Por cosas del destino me tocó visitar Buenos Aires (Argentina) en abril del 2013.

El sacerdote jesuita Jorge Mario Bergoglio, cardenal de Buenos Aires, acababa de ser elegido papa, dos semanas atrás.

Bastó caminar por la ciudad para dimensionar lo que significaba esa elección para la Argentina.

Adiós al papa que quiso vivir con humildad

Carteles de todo tipo con la imagen del cardenal Bergoglio adornaban la ciudad; comerciales, deportivos y políticos, todos hacían suya la elección del nuevo papa y celebraban que, a tono de broma, Dios era tan argentino que hasta nombraba uno como papa.

Igual situación ocurría en los quioscos de la calle, que vendían ediciones especiales de los principales diarios y revistas, dedicadas al papa Francisco, y en los canales de TV, historias dedicadas a su vida y a sus luchas.

Y viendo un testimonio de un amigo del papa, pude dimensionar el impacto que tuvo Jorge Mario Bergoglio en una generación de jóvenes de esta ciudad, a quienes su magia tocó para siempre.

El 5 de mayo podría comenzar el cónclave que elegirá al sucesor del papa Francisco

Me refiero a inicios de los 80 cuando Jorge Mario Bergoglio era el provincial de los jesuitas de Argentina y Alfonso Villalba, rector del colegio Javier de Guayaquil.

Villalba pensaba que el colegio se iba quedando con sacerdotes mayores y que ello podría ser un obstáculo para transmitir y cultivar la fe de jóvenes adolescentes en plena ebullición. Por ello, pidió ayuda a su congregación en búsqueda de sacerdotes jóvenes y su amigo, Jorge Mario Bergoglio, quien siempre anduvo un paso por delante de sus pares, identificó allí una oportunidad para enviar a sus maestrillos en formación para que hagan en el colegio Javier de Guayaquil sus dos años de preparación que debían cumplir según las normas de La Compañía de Jesús. Todo un desafío.

El resto es historia, que los javerianos de los 80 seguro conocen: jóvenes argentinos dirigentes de curso, amigos, cómplices y formadores; que tocaban guitarra, gustaban del rock, jugaban buena pelota (las estrellas de la selección de profesores) y deambulaban por el colegio con su mate en la mano. Bergoglio visitó el colegio Javier dos veces en esa década, para visitar a sus jóvenes maestrillos, saludar a sus amigos y compartir con ellos los frutos del experimento. Seguramente en esas visitas desarrolló su devoción por la Virgen Dolorosa del colegio. Se entiende entonces por qué durante su visita al Ecuador en 2015, ya siendo papa, haya pasado por el Javier y se haya confesado con el padre Paquito Cortez, un episodio de profunda humildad.

“La muerte no es el fin de todo, sino el comienzo de algo”, el texto inédito del papa Francisco revelado tras su muerte

Lo que comparto con usted, amigo lector, es casi nada comparado con su obra social en Argentina, su lucha contra la dictadura militar y su defensa de los más necesitados, o con su paso por el Vaticano, al que llegó en uno de los momentos más duros para la Iglesia católica, y predicando con el ejemplo, le dio un giro de humildad, sencillez y humanidad. Y con ello, conectó con minorías históricamente relegadas y sobre todo, con los jóvenes.

Francisco renovó la imagen de la Iglesia católica, justo cuando más lo necesitaba. Inolvidable y difícilmente igualable.

Descanse en paz, Jorge Mario Bergoglio, papa Francisco. El papa de los pobres. (O)