En entrevista hace tres meses con un medio argentino, Andrés Arauz profundizó en la política cambiaria de un nuevo correato. No sería desdolarización, no se reemplazaría al dólar por otra moneda. Calificó al sistema cambiario propuesto como “ecuadolarización con medios electrónicos... una especie de convertibilidad electrónica donde más bien los dólares sean absorbidos y puedan ser utilizados para pagos internacionales”, explicó a Perfil.

El Estado absorbería nuestros dólares, ya no tendríamos dólares en nuestras cuentas. Pero no recibiríamos a cambio otra moneda, como sucre o peso, que pudiéramos cambiar por dólares en un banco, sino ecuadólares, esto es un medio de pago de validez solo en territorio nacional. Ese es el sentido de la frase que los dólares se reservarían para pagos internacionales. Los aprobados por el Estado nuevo dueño de los dólares, claro está.

El ecuadólar solo tendría existencia virtual: un medio de pago no moneda, de obligada aceptación únicamente en territorio nacional. Los pagos que recibamos como sueldo, honorarios o producto de ventas sería también en estos pagarés electrónicos. En Argentina era en papel (eran otras épocas) y lo llamaban patacón.

¿Podríamos pedir que nos paguen en billetes, o sacar dinero en efectivo de nuestras cuentas? No: en nuestras cuentas ya no habría dólares. Arauz asevera tajantemente que “El utilizar billetes dólares para pagos nacionales es extremadamente ineficiente y reduce las oportunidades de comercio internacional”.

Quizá salgan a circular “monedas” nacionales de mayor valor, hoy restringidas a un tope de $ 0,50, y que ya son fracción de ecuadólar, no tienen valor en el exterior, aunque a diferencia del ecuadólar propuesto, están respaldas por dólares de verdad y son convertibles a cualquier divisa.

Difícilmente podrán las autoridades eliminar totalmente la circulación de billetes. Pagar el transporte público o comprar un refresco con transferencia es engorroso. Quizá otorgarían un pequeño cupo mensual de conversión de ecuadólares en dólares a retirar en cajeros automáticos.

(...) le permitiría al Gobierno emitirlos sin límite, causando hiperinflación...

Los únicos billetes verdes que circularían serían los que traigan turistas y los que envíen los emigrantes por chasqui. Quienes capten esos billetes y quieran comprar bienes y servicios con ellos, probablemente conseguirán grandes descuentos: el ecuadólar se depreciaría permanentemente frente al dólar de verdad.

Todo dinero de las exportaciones o que entre al país a través del sistema financiero se lo quedaría el Estado, que acreditaría patacones virtuales. Para importar o enviar dinero a un hijo que estudia afuera se requeriría la aprobación de las autoridades monetarias, que estudiarían caso por caso. Habría “una política muy activa en la administración de la balanza de pagos”, advierte Arauz. El que los ecuadólares no sirvan para pagos al exterior le permitiría al Gobierno emitirlos sin límite, causando hiperinflación como en Venezuela, pero sin salida de divisas.

Sería muy afortunado a quien se le permita comprar dólares de verdad pagados a la par con ecuadólares depreciados. La tentación de las autoridades cambiarias sería de preferir vender dólares a simpatizantes. Así funciona el Cadivi en Venezuela y es como los allegados al régimen se convirtieron en boligarcas. (O)