En un pasado bastante cercano se hablaba del poder de los medios, de su capacidad de influenciar a todos en la sociedad. Se atribuía a los medios el poder de tumbar gobiernos o poner gobiernos, con, para mí, mucha exageración.

Esos medios eran la radio, la televisión y la prensa escrita. Con la revolución tecnológica, el internet, las múltiples aplicaciones y sobre todo las llamadas redes sociales, el poder de los medios ha sido disminuido en forma realmente considerable.


Pero como contrapartida, las redes sociales y la capacidad que tiene hoy cualquier ciudadano de decir cualquier cosa, y más aún, de combinarla con la inteligencia artificial, se han transformado en elementos que han producido una herramienta de un poder inconmensurable.

La gran diferencia con el poder que se atribuía los medios es que claramente periodistas, directores y dueños de aquellos eran visibles. La sociedad sabía quién estaba atrás de cada uno de ellos.


Hoy el abominable anonimato permite decir lo que sea, sin control, y no hay hacia quién mirar, a quién responsabilizar o contra quién protestar.


Contra los medios se podía seguir un juicio, hacer una demanda. Contra las redes sociales no se puede hacer nada, y por sobre todas las cosas, contra quienes originan calumnias, filtran videos montados, usan grabaciones falsas, que terminan alterando el curso de la historia, sin que nadie finalmente tome responsabilidades sobre aquello. Este es un drama de la sociedad actual, de estos tiempos poscontemporáneos que claramente vivimos. Y un drama de incalculables repercusiones. Los famosos “troles”, las campañas orquestadas para mentir o desacreditar son infinitamente más poderosas de lo que era una noticia en un diario o en un noticiario de la televisión.

He sido columnista de este diario en los años 80 y desde mi retorno al país luego de mi exilio. Soy consciente de la influencia de los editoriales sobre una cierta élite que los lee. Pero en la única red social que uso, que es Twitter, he tenido mensajes que han llegado a 500 mil personas, cosa imposible con un medio tradicional.

La campaña electoral fue un juego de mensajes, de ataques, contraataques, defensas, directas, indirectas. Los técnicos en manejo de redes eran el centro de la campaña. No fueron los debates sobre los grandes temas, sino el más efectivo uso de las redes.

Pronto se iniciará un gobierno inédito, cortísimo, que surge de la Constitución, pero que será casi un experimento.

Si las redes son utilizadas para cercar desde el inicio al Gobierno, lo que de por sí se puede hacer en un periodo tan corto pasará de poco a nada, y la frustración nacional será mayor.

Las redes sociales han llevado a la humanidad, sobre todo a la juventud, a la superficialidad, a la rapidez de argumentos, no a la profundidad, a la búsqueda de percepciones, sensaciones, y no de conceptos o ideas. El aplastar un botón, una tecla, un ícono, parece ser la solución a las cosas, la repuesta a todo. Eso está muy lejos de la realidad.

Ojalá que las redes no comiencen, antes del comienzo, la labor destructiva que tanto daño puede hacer. (O)