Entre las múltiples explicaciones propuestas para comprender el resultado de la primera vuelta hay una muy sugerente, que recoge las experiencias de varias elecciones anteriores y, por tanto, da cuenta de una cierta regularidad. Es la del voto negativo, voto en contra o, en términos más coloquiales, el voto “anti”. Este fenómeno se ha presentado en la mayoría de las contiendas presidenciales y en muchas de las legislativas y locales desde el inicio del período democrático. Más que demostrar el apoyo a un candidato o la adscripción a una tendencia, muchos votantes se definen por el sentimiento contrario y utilizan su voto para evitar un triunfo que, por diversas razones, consideran que tendría consecuencias negativas. Es el voto por el menos malo. El grafiti reproducido en las paredes de varias ciudades lo expresaba claramente: “Te odio fulano por obligarme a votar por zutano”.

Ese es el reto

Cabe considerar esa explicación para intuir (no adivinar ni asegurar) lo que puede ocurrir en la segunda vuelta. Para ello es necesario hacer una precisión con respecto a la interpretación que se ha dado a los resultados de la primera vuelta. La mayoría de los análisis ha tomado la votación obtenida por cada uno de los finalistas como una expresión de apoyo, como un voto positivo, lo que los induce a pensar que se trata de una decisión firme que se mantendrá para la segunda vuelta. Por ello sostienen que lo que se encuentra en disputa es el magro porcentaje que obtuvieron los otros catorce candidatos. Se ha puesto muy poca atención en el voto negativo, que es un voto volátil porque el objeto del rechazo es cambiante y por tanto está sujeto a mayores cambios que el voto afirmativo.

Si se toma en cuenta esta realidad se puede asegurar que ninguno de los dos candidatos tiene asegurada la votación que obtuvo en la primera vuelta, ya que una parte de esta (que es imposible determinar su magnitud) puede cambiar de opinión en la segunda y volcarse a la otra candidatura o a la anulación. En otros términos, el resultado final estará influido en alguna medida por el voto negativo. No se deben dejar de lado para el análisis los altos índices de rechazo hacia los dos candidatos que recogen las encuestas.

Desde esa perspectiva, se puede asegurar que Luisa González logró en la primera vuelta neutralizar el voto negativo que afectó a los candidatos correístas en las tres elecciones anteriores, incluida ella misma en la última. Superó el voto de rechazo y con ello rompió el techo del correísmo sin Correa. Pero la pregunta es si la manera en que ha llevado la campaña es una garantía para fidelizar ese voto. Podría jugar a su favor el hecho de que solo puede hacer ofertas hacia el futuro y no está obligada a presentar hechos, pero alimenta el voto anti cuando se empeña en hacer suyos los diez años del correato (que es precisamente el combustible para el rechazo) y cuando intervienen Correa y Patiño.

Por su parte, Daniel Noboa carga con el peso de ser el gobernante en funciones, que es juzgado más por lo que hace que por lo que ofrece, más por el pasado inmediato que por el futuro improbable. El desafío para él está en lograr recuperar el voto anticorreísta, es decir, que el voto negativo se vuelque hacia él y no alimente el voto nulo.

Difícil para ambos. (O)