Se ha repetido con ligereza que los expertos no acertaron sobre la fecha de llegada del temible fenómeno al Ecuador, peor de su intensidad, la causa fundamental de esa aseveración radica en que en esta vez no se ha manifestado en forma catastrófica como lo ocurrido en los tristes eventos de los años 1983 y 1984 o de 1997 y 1998. Sin embargo, hay lugares del globo terráqueo donde se ha mostrado con sequías impactantes como en Panamá, con insuficiente agua en las esclusas, tanto que el canal ha reducido sus operaciones. En las redes sociales aparecen mofas por la ausencia de certeza en las predicciones, desconociéndose los caprichos de la naturaleza, cuando en el presente caso se dio una coalición de factores de El Niño unidos con la simultánea influencia del cambio climático y su típica expresión el calentamiento general, que determinó asignarle al año 2023 la nada honrosa nominación del más caluroso que registra la historia planetaria.

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Son tantas las imprecisiones que, en otros lugares del mundo, como en el muy cercano y vecino país del sur, siguen preparándose para enfrentarlo, aceptando que ha tenido ya expresiones muy claras de temperaturas altas causantes de serios inconvenientes a la floración de plantas cultivadas, especialmente en el mango con una apreciable reducción de productividad con baja de exportación (80 %). Recordemos también que Perú sufrió por un hecho insólito como el impropiamente llamado ciclón tropical Yaku, que no avanzó por dicha hasta las plácidas costas ecuatorianas; a pesar de lo dicho, la Organización Meteorológica Mundial prevé que habrá Niño cuando menos hasta abril del 2024.

Analistas ambientales coinciden en que el segmento que más sufre afectaciones por los desórdenes climáticos es el campo en todas sus manifestaciones agrícolas y pecuarias, recomendando hacer esfuerzos para obtener en el menor tiempo posible tipos de plantas con capacidad de resistencia o tolerancia a magnitudes climáticas extremas, como altas temperaturas, sequías e inundaciones, procesos que ya vienen realizando otros países que otorgan mucho valor a la investigación y tecnologías agropecuarias. Un ejemplo típico en Latinoamérica es Chile con sus trabajos constantes hasta lograr variedades de cítricos tolerantes a esos cambios, reiterado en un informe de la FAO en la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (COP 28), celebrada en Dubái, titulado ‘Pérdidas y daños en los sistemas agroalimentarios’, en el cual se afirma que los sistemas agroalimentarios son los que más se han visto perjudicados por el cambio climático.

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En nuestro país el especialista biólogo Luis Arriaga, activista de la Fundación Ambientalista Leamcon, concluye en una de sus más recientes interpretaciones que El Niño en Ecuador y en el norte de Perú continúa débilmente. Agrega que los vientos costeros han detenido el crecimiento de la temperatura superficial del mar, manteniéndose irregular el estado de la nubosidad estacional en las costas ecuatorianas, siendo intermitente el aporte de nubes cargadas de humedad desde la Amazonía, lo cual confirma el rasgo impredecible del clima como hemos subrayado. (O)