El pasillo de Carlos Guerra y Pedro Obligado resuena en mi mente: “Esta pena mía no tiene importancia, no es más que la sombra de una melodía. El íntimo ensueño de alguna fragancia, que todo se muere, que la vida es triste, esta pena mía, que es mía, muy mía…”. Esta estrofa encapsula la tristeza profunda que sentimos aquellos que amamos este país y lo vemos desmoronarse piedra a piedra, ladrillo a ladrillo, desmantelado y destruido.
Pienso en los migrantes recientes que se fueron clandestinos buscando mejorar la vida de los que aquí se quedaban, arriesgando todo al cruzar el Darién y que corren peligro de ser deportados como escorias al país que los expulsó y del que huyeron. Los adultos mayores quienes junto con sus antepasados ayudaron a construir la nación ven como su tiempo se agota y la incertidumbre actual los inmoviliza más que los años. Mientras jóvenes desmotivados y sin confianza en un proyecto colectivo que no emerge en ninguna instancia buscan emigrar.
¿Les interesa a los políticos, grandes responsables de la debacle nacional? Ellos nos son los únicos responsables, pero sí los causantes más evidentes.
La democracia no se limita a las elecciones, estas son una herramienta de gobernanza. La verdadera democracia es la capacidad de dirigir un país buscando el bien de todos, aun de aquellos que se consideran una minoría. Es reconocer errores y autocorregirse. Cuando todos atacan a todos, cuando se derrumban las instituciones sembrando rumores falsos a sabiendas que son falsos, buscando abonar el camino para el populismo de alguien que se presente y diga: Yo soy el pueblo, Yo soy el elegido, Yo soy el Estado, en una mezcla de emperador rey, estamos muy cerca del abismo.
Aunque algunos de nosotros aceptan la soledad física y hasta la buscan para encontrar sentido a lo que viven, lo que realmente nos aterra es estar solos sosteniendo nuestras opiniones. Somos gregarios por naturaleza y nos cuesta aceptar el aislamiento de pensar por nosotros mismos. Por eso sucumbimos ante la avalancha de informaciones tóxicas.
La historia es una maestra para enseñarnos las barbaridades a las que puede llegar la humanidad cuando siembra rumores falsos y los propagamos como verdades, desde los campos de concentración hasta la quema de brujas. Y más cerca nuestro, el no escuchar ni tomar medidas cuando se dieron las primeras señales de alarma del narcoestado en que nos podríamos convertir si no atendíamos la presencia de mafias con alcance internacional en nuestro territorio, que estaban infiltrándose en todas las instituciones.
Otra vez los pasillos musicales me envuelven: “Que carnaval más necio el de la vida…”, “grato es llorar cuando afligida el alma no encuentra alivio a su dolor profundo”. “Llevamos en el alma grabado un tatuaje, que guarda el recuerdo de un tiempo mejor… entre un rojo vivo y un azul de cielo, cual sol que se oculta en la inmensidad. Me duele muy hondo, me duele el tatuaje”.
Nos duele el Ecuador. Sin embargo, también cantamos con Espín Yépez, “te seguiré queriendo, siempre, siempre como ayer”. Y es con esa determinación que hombro a hombro lucharemos para que esta tierra, que guarda nuestros afectos y nos da cobijo, se convierta en un país donde la justicia y la paz prevalezcan. (O)