Últimas informaciones y hechos acontecidos revelan que el preocupante tema de la crisis energética con señales de colapso no ha sido explicado con la claridad como aspira la sociedad ecuatoriana, para que las empresas y los ciudadanos en general programen sus actividades productivas en que la energía eléctrica es un elemento que jamás debería interrumpirse ni estar sujeto a contingencias de ninguna índole. Lo sucedido en el país en las últimas semanas no puede repetirse cuando se dispone de soluciones que aplicadas a tiempo deberían asegurar el abastecimiento sin interrupciones ni fastidiosas y costosas intermitencias.

Hacia la eficiencia energética

Debe entenderse la descarnada realidad informando con oportunidad y firmeza, para lo cual Ecuador tiene un activo técnico de expertos nacionales, algunos con especialización en prestigiosas universidades de países desarrollados, que no han sido convenientemente aprovechados, que radica en las mismas fracasadas empresas públicas cuya plana directiva hizo oídos sordos a sus planificadores y operativos que tienen un final no poco feliz en la silente pasividad universitaria que tampoco eleva su voz clamando por acciones efectivas, que obligan al recuerdo de otros tiempos en que la opinión de la Academia era apreciada con respeto.

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Lo expresado se extrae de un trabajo corto pero preciso y contundente del ingeniero Juan Saavedra, especialista en Sistemas de Potencia, desarrollado en una conferencia a los profesores de la Espol y a la confraternidad de exbachilleres vicentinos 1967, Fernando Grunauer, exhibiendo diagnósticos y proyecciones creíbles que ratifican una vez más que el sector eléctrico marcha rumbo al colapso. Saavedra rescata el principio que denomina energía firme, que es aquella que no está sujeta a contingencias naturales como serían la hidroeléctrica, dependiente del caudal de los ríos orientales con estiajes que se volvieron imprevisibles como el último que apareció en pleno espacio lluvioso. El cambio climático torna endeble toda planificación e incalculable el brillo solar y las corrientes de aire que no da garantías para las esperanzadoras energías solar y eólica. La única salida a corto o mediano plazo radica en la inmediata habilitación del parque termoeléctrico, que nos liberaría de un próximo y más largo apagón que amenaza el último trimestre del año, reemplazando los elementos obsoletos e inservibles y la inaplazable pero segura llegada de las llamadas barcazas de las que tampoco hay certeza de su fecha de arribo e instalación. Desde luego, se entienden las explicaciones del ministro de Energía encargado, quien asumió frente a situaciones ya consumadas, en ausencia de recursos suficientes.

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Se necesita asegurar 1000 MW adicionales representados en no menos de 500 en barcazas, 200 de aportes de la empresa privada y 300 que se contabilizaría por reparación o compra de generadores termoeléctricos. Todo ello complementado con la inmediata adjudicación a un consorcio extranjero serio dispuesto a invertir en la búsqueda y explotación de los bloques 6, 39 y 40 MW del campo Amistad del golfo de Guayaquil, como solución a largo plazo. (O)