Los fundamentalismos ideológicos, ya sean de derechas o izquierdas, han terminado siempre por debilitar las bases de la democracia, producto del gran desencanto que viven los pueblos frente a los paupérrimos resultados que entrega este sistema de gobierno que, en muchos de los casos, ya no actúa ni representa a los intereses de la gente, del soberano, sino más bien está fuertemente conectado con expectativas particulares o de grupo, lo que deriva –como se podrá entender– en opacidad, corrupción desenfrenada, autoritarismo y, desde luego, el caldo de cultivo para el surgimiento de neopopulismos que están aupados por falsos profetas o, mejor dicho, charlatanes de feria, que prometen milagros y soluciones mágicas frente a la gran tragedia nacional.

Remesas, alivio a la economía de muchos

Verbigracia, mucho se ha hablado, y con razón, de la diáspora venezolana, en la que la gente huye de la ‘espada de Bolívar’, en busca de protección y oportunidades para construir un futuro diferente para sus familias, en la que haya más certidumbres y menos temores. Es una tragedia humanitaria, la Agencia de la ONU para los Refugiados la cuantifica en 7,7 millones de venezolanos que están en condición de migrantes o refugiados alrededor del mundo, especialmente en países latinoamericanos y caribeños.

Sin duda, lo que se vive en Venezuela a manos del sátrapa de Nicolás Maduro merece el repudio abierto de la sociedad de naciones y, desde luego, la ejemplar sanción a este régimen despótico y corrupto hasta la médula.

Remesas: un salvavidas

Desde la otra orilla, el neoliberalismo ha sido incapaz de dar respuestas a los graves problemas de la sociedad, en tanto su inclinación natural hacia la mercadolatría le impide reconocer que las fuerzas de la oferta y demanda son insuficientes para alcanzar el crecimiento y desarrollo sostenido, ya que es necesario que actúe a más de la mano invisible de la que hablaba Adam Smith, la mano visible y efectiva del Estado, a través de la regulación y control frente a los excesos de un ‘mercado perfecto’, así como con políticas públicas orientadas a propiciar la igualdad de oportunidades y sembrar la justicia social.

Basta mirar lo que sucede en Ecuador, con un modelo económico inútil para generar crecimiento y empleo adecuado, pero eso sí altamente eficaz en convertir a los ricos en más ricos y a los pobres en más pobres, expulsando –por miles– a estos últimos en calidad de migrantes, la mayoría siguiendo procedimientos y rutas ilegales, a costa de poner en riesgo sus propias vidas. La selva del Darién no solo es un infierno para los desheredados del sistema capitalista, sino también la expresión de un grito desesperado frente a la marginación y olvido de una sociedad enferma por el individualismo.

No obstante, y pese a la desventura que significa dejar su país, familia y amigos, los migrantes ecuatorianos, como héroes sin capa, siguen sosteniendo con sudor y lágrimas a la dolarización con las remesas, que para el año 2023, según el Banco Central, llegaron a los $ 5.447,5 millones, lo que significa un 14,84 % de incremento respecto al monto enviado durante el año 2022, que fue de $ 4.743,5 millones. (O)