La relevancia individual, colectiva e internacional de los derechos humanos es indiscutible. Hace unos meses la Corte Interamericana de Derechos Humanos ordenó al Estado de México reformar su Constitución porque esta, en parte, era contraria a la Convención Americana de Derechos Humanos. Ahora bien, parte de los investigadores y científicos en el mundo se dedican a desarrollar inventos que deben estar al servicio de los seres humanos para satisfacer sus necesidades. Uno de esos inventos logrados es la “inteligencia artificial”, la cual se basa en “algoritmos”. Estos tienen tres partes: una entrada, un proceso y un resultado. Este es consecuencia de la información que se introduce y que luego se procesa.

Sobrevivir a los cambios

Si la información con que se alimenta al algoritmo es sesgada, los resultados serán discriminatorios. Moraleja: la automaticidad y la agilidad muy propias de la inteligencia artificial son grandes aliadas, pero están sujetas a la información que se provea previamente. Aquí hay espacio para la maldad y temeridad humanas, para prolongar las discriminaciones a través de la información con que se alimente al algoritmo.

3 áreas en las que la inteligencia artificial ya está mejorando nuestras vidas

Agréguese a lo anterior que la inteligencia artificial adquiere su “propia experiencia”, con lo cual el problema se agrava. El uso de robots, fantásticos en términos de ayuda y de costos, aniquilarán parte del empleo en el mundo. La reducción de costes es una necesidad propia de la globalización. Tal reducción es esencial para la supervivencia de las empresas. De eso no hay duda. Pero toda polarización es mala. Por ello la necesidad de poner límites jurídicos a la inteligencia artificial y su uso.

Si la información con que se alimenta al algoritmo es sesgada, los resultados serán discriminatorios.

Leía que en el ámbito de la evaluación individualizada de inquilinos el software de una empresa incluía a todas las personas que habían sido arrestadas, y en función de ello consideró que una madre no podía alquilar un departamento porque su hijo, con diversidad funcional, había sido arrestado, pero la información del software no comprendía si tales personas habían sido finalmente acusadas o no, o si ese arresto había sido “retirado” por un error. Leí también que en España un juez había definido, ante el despido de una trabajadora para ser reemplazada por un robot que realiza el trabajo de 2,5 personas, y a un costo mucho menor, que encima de la libertad de empresa y el derecho al trabajo se encuentra “el interés público en el mantenimiento del empleo”, negándose el despido.

Cuando los problemas de aplicación de la inteligencia artificial lleguen a las Cortes, la salida está en los principios de aplicación directa: de la Constitución y de los derechos constitucionales, sin necesidad de la intermediación de ninguna ley. Hace unos días se publicó que 350 expertos, entre ellos altos ejecutivos de tres de las principales empresas de inteligencia artificial, firmaron una carta abierta expresando que “Mitigar el riesgo de extinción (para la humanidad) de la IA debería ser una prioridad mundial junto con otros riesgos a escala social, como las pandemias y la guerra nuclear”. Sin comentarios.

¡Vaya problema! (O)