Siguiendo la estrategia anunciada por el prófugo Correa de acorralar y sancionar internacionalmente al Ecuador, en días pasados el Gobierno mexicano se opuso, en el seno de la CAF, Banco de Desarrollo de América Latina, a que el Ecuador reciba un préstamo. El préstamo venía a aliviar en parte la crisis fiscal que atravesamos. Aunque el bloqueo de México no tuvo eco en dicha institución, lo más probable es que situaciones como esta se repitan en otros foros. La canciller de México, quien se encuentra ya en plena campaña para captar la Secretaría General de la ONU –por la rotación geográfica, le tocaría ahora a un latinoamericano ocupar ese cargo–, ha comenzado a usar el caso del delincuente Glas como parte de su plataforma electoral. En declaraciones públicas ha expresado que le preocupa la integridad de este último. Hace poco ha circulado internacionalmente una carta solicitando al Gobierno ecuatoriano la concesión del dichoso salvoconducto para que Glas salga del Ecuador o, mejor dicho, para que se fugue. El comunicado deplora la violación del derecho internacional por parte del Gobierno. Con excepción de unas pocas personas –vinculadas al ahora llamado Foro de Puebla–, los demás firmantes son ilustres desconocidos de escasa trascendencia. Ninguno de ellos, dicho sea de paso, ha condenado la represión de Venezuela y Cuba a sus pueblos, ni condenó la violación sistemática de los derechos humanos durante la década correísta.

Días intensos

Este solo es el comienzo. La arremetida internacional contra el Ecuador por parte de México y de los gobiernos que ideológicamente se alinean con el actual mandatario de esa nación continuará. La obsesión y odio de Correa contra el Ecuador y su empeño de que nuestro país sea sancionado y aislado no deben ser subestimados. Esos esfuerzos se han intensificado luego de que el Ecuador revelara su estrategia jurídica ante la Corte Internacional de Justicia. Los errores incurridos por México solo se explican por el tinte populista y electorero que le ha inyectado a su demanda ante La Haya. Su atolondrada solicitud de medidas urgentes jugó más bien en favor de nuestro país, pues fue la oportunidad para anunciar de una vez a la comunidad internacional ciertos puntos de la demanda que pocos días antes había presentado con el asesoramiento de un grupo de juristas expertos. Una prueba más de que en el manejo de estos asuntos de gran trascendencia no caben improvisaciones. Pero mientras el curso de esta disputa legal sigue su curso –algo que tomará varios meses y quizás años– el país deberá estar preparado para seguir enfrentando las maniobras del prófugo Correa que buscan castigarnos por luchar contra la corrupción de su gobierno.

El principio de no intervención

Pero el conflicto con México y la forma como ha evolucionado es el síntoma de una crisis más profunda, que es la que atraviesan las relaciones internacionales de la región y las de esta con el resto del mundo. Los insultos entre los jefes de Estado, como los de López Obrador, por ejemplo, hoy son aceptadas como normales. La ideologización diplomática de la región –esa fractura que la inauguró Chávez con su llegada– ha sido nefasta para un continente que ya de por sí no pesa en el concierto mundial. Un claro contraste con los años del Grupo de Río y de iniciativas similares. (O)