Cuando un grupo social se frustra surgen manifestaciones como la protesta, ejemplos cercanos son los acontecidos en París durante estos meses; las acciones colectivas de Black Life Maters en EE. UU. y los consecutivos levantamientos indígenas en Ecuador. Las teorías sociológicas de la acción colectiva analizan cómo operan las frustraciones sociales y se traducen en activismos.

La frustración fue analizada por Karl Jaspers, un filósofo y psiquiatra que tuvo una infancia marcada por la enfermedad. Fue el padecimiento personal por el dolor físico lo que le llevó a estudiar el sufrimiento; entre sus contribuciones está el análisis de lo que él denominó las situaciones límites, que las definía “como un muro contra el que chocamos, contra el que fallamos. No las podemos cambiar, solo aclararlas, sin poder explicarlas y derivarlas de otra cosa” (Jaspers, 1932, p. 203).

Contra la prevaricación

En algunos casos, el dolor y las circunstancias difíciles –incluso– pueden ser vistos como ingredientes para el desarrollo. Por ejemplo, pensemos en el dolor posterior a una jornada deportiva o el sufrimiento que precede al parto; ambos casos tienen como consecuente la presencia de desenlaces felices. Pero, ¿qué pasa cuando a pesar del esfuerzo y sufrimiento, las consecuencias son peores? Para Jaspers es necesario asumir la presencia de dolor como inevitable; lo que no quiere decir claudicar en la lucha por cambiar las situaciones.

Si bien todos los pueblos tienen problemas, hay algunos momentos históricos donde lo inesperado tiene mayor grado de severidad. Así, el encarecimiento de las condiciones de vida, la delincuencia organizada, la falta de empleo, la corrupción, la injusticia y el desgobierno, causan sensaciones de frustración y ponen a prueba las emociones individuales y colectivas.

El retorno a lo natural

A nivel individual son las competencias emocionales las que permiten a las personas leer las situaciones límite como posibilidades de desarrollo. A nivel social, las situaciones límite preparan el terreno idóneo para la acción comunitaria. Aprender a identificar las circunstancias y cómo respondemos en esos momentos de tensión, es una tarea educativa de cada familia. Esa misma acción fundamental para un individuo debe desarrollarse a nivel de las ciudades.

De ahí que el análisis sociológico sea fundamental para el gobierno de las ciudades y para la incorporación de nuevas políticas públicas. Se requiere entender ¿cómo están siendo recibidas las situaciones límite de la delincuencia que asola a Ecuador?, ¿en qué medida la ciudadanía está dispuesta a involucrarse en las soluciones? Para Jaspers hay emociones morales que deben ser identificadas, como la indignación, el ultraje o la rabia moral.

A esta última –rabia moral– otros autores la denominan “justa rabia”, que esa sería el motor que permite que individuos se agrupen para protestar y sientan placer en actuar de forma colectiva. Si los gobiernos identifican y canalizan la “justa rabia” en sus sociedades tendrán la fuerza para impulsar cambios profundos; caso contrario, esa rabia se desbordará por algún lado y reventará en formas de protesta social. Es hora de organizar las sociedades en torno a soluciones, de recuperar nuestras ciudades. (O)