Entre las primeras cosas que se aprenden en periodismo está que las fuentes no son tus amigos. Son quienes con algún interés, sano o insano, te acercan información o tratan de utilizarte como megáfono de datos que, justamente, les interesa masificar.

El mismo análisis, al revés, deberían hacer los personajes-noticia, privados o públicos, que se convierten en fuente de información justamente por el poder político o económico que alcanzan: los periodistas no son tus amigos, sino quienes, con algún interés informativo, sano o insano, se acercan a ti en búsqueda de datos que les sirvan para su trabajo honesto, satisfactorio o, a veces, manipulado por un tercero.

Moscas en la boca

En ambas situaciones son reglas de obligatorio conocimiento y cumplimiento, y ambos extremos deben resguardarse el uno del otro porque no cabe el paradigma amistoso de que el uno tenga que cuidar las espaldas del otro. ¿Cuidarle la lengua? Menos aún.

El presidente Daniel Noboa parece haberse saltado ese capítulo del manual del poder, lo que ahora mismo le pasa una alta factura en la relación con sus colegas de la región, a los que califica con dureza en un desliz mediático que se intenta justificar como “conversaciones coloquiales”. Y yo sí le creo que confundió al periodista con alguno de sus colaboradores o amigos, y antes de pronunciar su buen inglés, no pactó la confidencialidad, el célebre off the record que, estoy seguro, conoce y respeta el reportero.

¿Quién es Jon Lee Anderson?, el periodista que vivió la guerra de Ecuador contra el narcotráfico a través de una entrevista con el presidente Daniel Noboa

Noboa se graduó de novato al tratar con las grandes ligas del periodismo. Porque aunque ahora su vocera de comunicación y su canciller salgan con las ya trilladas y, por tanto, poco confiables frases de que “lo sacaron de contexto” y que hubo la “intención de afectarlo políticamente”, quienes hemos hecho periodismo serio conocemos a cabalidad quién es Jon Lee Anderson, un referente que ha hablado por igual con Dios y el diablo, y acumula toneladas de credibilidad apoyado sobre todo en una libreta de apuntes que, en el primer mundo, es suficiente para respaldar lo publicado. Y creo más en la libreta de Jon Lee, y en su experiencia, que en el intento de aclaración de funcionarios que muestran su gigantesco desconocimiento del trabajo periodístico al negar el valor de la experiencia vivencial, y de la interpretación.

El viejo reportero logró aquello a lo que todos deben aspirar frente al más pintado personaje-noticia: hacer que se sienta tan cómodo en el diálogo que se olvide del grabador, la libreta de apuntes o de que está hablando con un periodista, y en ese relajamiento permita al comunicador ingresar a espacios de su mente y de su vida a los que en circunstancias habituales no podría.

Gran mérito del entrevistador, que desde lo profesional demuestra por qué es de los mayores especialistas en Latinoamérica del periodismo norteamericano.

Para el novel mandatario y su equipo, la lenguaraz crisis es ya un complicado nuevo frente de trabajo en su afán de mantener tranquilo el vecindario, ya que dentro de casa la amenaza criminal no termina de extinguirse. Debe crearse una estrategia que les permita superar el daño que está dejando el mensaje, pero no acudiendo al caduco plan de atacar al mensajero. (O)