El racismo hacia los pueblos y nacionalidades originarias inicia con la colonia en el siglo XV. En ese tiempo, empieza un proyecto civilizatorio que clasifica a las personas basándose en ideologías y características biológicas y culturales. De esta manera se jerarquiza a las personas por el color de piel y empieza a operar la vida bajo este mandato discriminatorio en las dinámicas políticas, económicas, sociales, espirituales y culturales de esa época y que perduran hasta la actualidad. Por esto es importante reconocer que el racismo es estructural, histórico y contemporáneo. Para explicar el racismo, no solo basta con la dicotomía inferior/superior, blanco/negro, sino que se parte metafóricamente de la imagen de un rizoma, comparándolo con su forma y su modo de ser. Un rizoma que crece bajo la superficie está oculto al ojo humano, sus raíces son diversas, tienen la capacidad de multiplicarse, expandirse y conectarse de diversas formas.

Para la pensadora kiché Jacinta Xón Riquiac, este rizoma se vuelve en una categoría de estudio de la racialización. En su texto Entre la exotización y el mayámetro cita a Gilles Deleuze y Félix Guattari para explicar la racialización a partir de los principios de conexión y de heterogeneidad del rizoma. Este es un elemento no jerárquico, no lineal, no centralizado. Es decir que concebir el racismo como un rizoma es una forma de entender que todo está conectado con todo sin puntos fijos sino con líneas que agrupan estructuras que estratifican, territorializan, que organizan y controlan. En este camino pueden aparecer puntos de escape que rompen estas estructuras y permiten el cambio. Pero también esas rupturas pueden volver a formar nuevas estructuras y reestratificarse dando lugar a un reordenamiento de poder y control repitiendo lo mismo que se intentó dejar atrás. La cara del racismo está camuflada de diferentes maneras.

La racialización es una producción rizomática que aparece como puntos de fuga de diversos modos en la cotidianidad porque responde a una estructura conectada a las dinámicas de poder estructural. Xón nos dice que estos rizomas racializados tienen su propia geografía, ya que se estructuran sobre las sociedades oprimidas a las que el sistema dominante procura civilizar y blanquear. Por ej., esto se manifiesta cuando al ser kichwa puedo vivir racismo no solo en un espacio y momento específico sino que estamos expuestas a vivirlo de forma rizomática en varios campos (educativo, laboral, etc.).

La geografía donde vivo la discriminación será sobre mi cuerpo y por lo tanto las situaciones de racismo experimentadas serán rizomáticamente innumerables como huellas insertadas en la memoria. Cada experiencia puede ser un trauma, y esto se llama trauma por violencia racial que es justo nombrarlo, visibilizarlo. Me pregunto, ¿cuántas experiencias traumáticas de violencia racial guarda mi cuerpo?, ¿o la comunidad? El problema es que no nos enseñaron a nombrarlo, por ende estas memorias rizomáticas no se reflejarán en las encuestas oficiales -si los hubiese-. Exigir políticas de prevención y erradicación de la violencia racial es tarea de todos. (O)