Con el internet las respuestas están a un clic y conforme avanzan los años se esperaba que los niveles educativos y organizativos mejoren. Pero la tecnología por sí sola parece ser insuficiente. Porque la complejidad humana está atravesada por intereses egoístas y aspectos culturales que no son explícitos.
De ahí que un cambio de ley, una charla de 15 minutos o un mensaje oportuno, si bien pueden llamar la atención momentáneamente, no son suficientes. Se requiere planificación a corto, mediano y largo plazo, además de un conocimiento –basado en evidencias– para construir grandes empresas.
Planificar tiene ventajas porque anticipa a los miembros de una colectividad lo que se espera de ellos, cuándo y con qué recursos. Sin embargo, en instituciones desorganizadas es común recibir una llamada a mitad de reunión, para informarnos que nos incluyeron en una actividad que nunca se previó. Aquello puede leerse como una falta de respeto porque se considera a las personas solo objetos que se mueven y deben estar dispuestos a responder a cualquier momento.
No obstante, por esas necesidades ansiosas y desbocadas, las tecnologías empiezan a eliminar puestos de trabajos de quienes son incapaces de planificar al detalle todos los componentes de una situación. Y ahora al igual que antes surge la esperanza de que la inteligencia artificial (IA) permitirá leer agendas de varias personas y crear espacios adecuados para reuniones clave que surgen de imprevisto.
Hoy la esperanza está centrada en que quienes dirigen una institución tengan a mano herramientas de IA para organizar el caos y profundizar el orden. Trabajar en el orden es una necesidad a todo nivel, una casa ordenada trae tranquilidad, una oficina donde los archivos se encuentran fácilmente o una planificación donde todos sabemos qué hacer ahorran mal entendidos, crean situaciones ideales para mejorar los servicios.
Sin embargo, para poner orden se requiere conocer el escenario donde se opera, su historia, sus miembros y las expectativas que tienen. Es decir, en la búsqueda del orden social lastimosamente confluyen aspectos de orden subjetivos que complejizan las situaciones. A diferencia de las máquinas, los materiales, las matemáticas o las ciencias exactas, el orden social tiene hilos complejos que se entretejen entre sí, atrapando a actores e instituciones.
En estos días se discute en la Asamblea Nacional varios cambios legales, los cuales resultan atractivos. No obstante, esperemos que esas ideas estén sustentadas en estudios sociológicos que las hagan sostenibles y no solo en un lenguaje de IA. Porque si bien las herramientas tecnológicas son asistentes eficientes, les falta comprender a profundidad las complejidades culturales y políticas de los humanos.
No solo necesitamos buenas intenciones, necesitamos conjugar conocimiento responsable, respeto y capacidad de análisis, caso contrario tendremos inseguridad social, inseguridad jurídica, agendas confusas, tareas improvisadas y el caos continuará. Ordenar la casa, dimensionar los recursos y proyectar el futuro es una tarea urgente, sobre todo en escenarios de convulsión social y fraccionamiento político. (O)