En estos días se lleva a cabo la Cumbre de Jefes de Estado de los BRICS+, el mecanismo de diálogo político que agrupa a varias de las mayores economías y a los países más poblados del mundo. Originalmente constituido por Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica, el grupo se amplió el año pasado para incluir a Egipto, Etiopía, Irán y los Emiratos Árabes Unidos. La cumbre ha generado grandes expectativas, ya que sus miembros representan casi el 50 % de la población mundial y el 37 % del PIB global, superando al G7, el grupo de países ricos de Occidente y sus aliados.
Desde su fundación, los BRICS han sido un bloque central por su potencial para constituirse como una fuerza política capaz de contrarrestar la influencia de Estados Unidos, las potencias europeas y sus aliados en el Pacífico. Sin embargo, a pesar de la abundante retórica en torno a la democratización del orden internacional, los avances concretos del grupo en estos 25 años han sido limitados. Entre los más importantes: la creación del Nuevo Banco de Desarrollo y el Fondo de Reserva Contingente, iniciativas que en el largo plazo se plantean como alternativas al Banco Mundial y al FMI.
Es en el ámbito financiero, más que en el geopolítico, donde los BRICS comparten una agenda común. Esta gira en torno a la creación de sistemas de pagos bancarios internacionales alternativos, una especie de red de mensajería que podría sustituir al sistema Swift. Un ejemplo de este modelo ya opera en China a través de WeChat, su aplicación nacional equivalente a WhatsApp. El objetivo financiero, con profundas implicaciones políticas, es crear un escenario en el que el dólar deje de ser la moneda universal de intercambio, y en el que las instituciones creadas después de la Segunda Guerra Mundial no sean las únicas con alcance global.
Sin embargo, en el ámbito estratégico, el grupo se caracteriza más por su diversidad que por una unidad monolítica. Rusia ve a los BRICS como una alianza geopolítica del siglo XIX; China, como el vehículo para su expansión económica global, más que militar; mientras que India y el resto de los países del Sur Global lo perciben como una opción adicional, que no debe ser desaprovechada pero que tampoco es exclusiva, ya que existen muchas otras alianzas regionales y globales. Esta es una política común de los Estados que buscan mantener todas sus opciones de acuerdos abiertos para minimizar riesgos y protegerse de la injerencia de contrapartes poderosas, estrategia que ha sido descrita como “oportunismo periférico”.
A pesar de todo, los BRICS+ existen y no son una ficción. Su sola presencia ilustra la realidad de un orden internacional que ya es multipolar, aunque aún no se refleja en la frágil institucionalidad de la gobernanza global. Demandas del Sur Global, como la ampliación del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas y la regulación del poder de veto de las potencias, son toleradas dentro del grupo, pero sus miembros más poderosos no las han promovido en los foros adecuados. Los BRICS siempre han generado mucho ruido... las nueces aún son una expectativa, aunque probablemente estén más cerca ahora que hace 25 años. (O)