Mis hijos, conocedores de mi interés por la magia, me hicieron un espléndido regalo por el Día del Padre. Siempre se lo habría agradecido, cualquiera que hubiese sido el contenido del espectáculo. Pero este show del ilusionista ecuatoriano de origen alemán Siegfried Tieber me deslumbró con su originalidad, novedad y planteamiento inteligente. Con elementos sencillos, capacidad histriónica y enorme destreza desarrolló una performance de calidad. Magia para personas formadas, pues la mayor parte de sus ilusionismos requiere de información, cierto nivel de abstracción y alguna cultura para apreciarlos en toda su dimensión. Hay que tener una noción del caos y de probabilidades. De cualquier manera, un niño de 10 años con educación normal puede disfrutar a plenitud. No me extraña que este joven compatriota tenga notable éxito en el extranjero, cuando tengan oportunidad vayan a verlo.

Dos magos ecuatorianos sacan del país sus rutinas

¿Por qué me gusta la magia? Se trata de una actividad eminentemente racional y soy un racionalista radical. Todos quienes concurrimos a una exhibición de esta índole lo hacemos a sabiendas de que vamos a ser “engañados” y nos deleita esa sensación. Damos por hecho que lo que veremos no será lo que parece. No creemos lo que vemos. Un mago ilusionista es lo contrario de un predicador religioso o de un político en campaña, que pretenden que creamos en lo que no vemos. Aunque esto no significa necesariamente que sus afirmaciones sean falsas. Soy creyente, pero mi religiosidad se basa en un esfuerzo por explicar racionalmente la realidad, no por un “acto de fe”. Por eso tengo en poco a la mayor parte de ateos, que lo son porque así se lo dijo un profesor, o los amigos y, los más, porque es intelectualmente chic, sin que falten entre ellos los dogmáticos, cuyo furor de conversos se acerca al de los militantes del Estado Islámico.

Los magos se toman Guayaquil durante el primer congreso que se realizará en la ciudad

Ver un espectáculo de magia es un llamado a la humildad. Nuestros sentidos son herramientas limitadas para conocer el universo. Si no supiésemos de antemano que vamos a ver una exhibición de prestidigitación o ilusionismo, creeríamos que el artista hace milagros, es decir que es capaz de alterar las leyes naturales. Todavía hay charlatanes que hacen mal uso de estas artes para engañar y estafar a personas. Personalmente he visto casos de curanderos que supuestamente extraían, con diversos métodos, alacranes, bolas de pelo y pedazos de carne de personas que querían ser sanadas de males reales o imaginarios. Los pacientes creían estar efectivamente ante eventos sobrenaturales. Magos de alto nivel colaboran con las policías de varios países para desenmascarar a timadores de esta laya. Podemos censurar la práctica dolosa, pero no la creencia. Al fin y al cabo, todo ser humano es engañado muchas veces en su vida por sus propios sentidos, confundido por combinaciones singulares de la naturaleza o inducido al error por terceros equivocados o malintencionados. Pagamos entonces para ver estas interesantes, divertidas y hasta formativas presentaciones en las que nuestra vista se confunde y nuestro cerebro se extravía, la gracia está en que sabemos que el mundo es el que vemos, es esa realidad que amamos. (O)