El famoso Francesco Carrara, insigne penalista de la escuela clásica, decía que la ejecución del delito “es un viaje emprendido por el malvado hacia la violación de la ley”.

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Ironías de la vida: tantos años después de Carrara para la ejecución de reiterados delitos en el Ecuador no hace falta moverse a ningún lado, pues desde lugares donde están prohibidos los celulares se ordena, vía celular, con bastante frecuencia, la comisión de sicariatos, actos de venganza, amenazas, etc. El éxtasis de la ironía es que introducir celulares en esos lugares es un delito sancionado con “prisión”, es decir, con la potencialidad de ir a dar al mismo lugar.

Esta tragedia de la comisión de delitos por disposiciones telefónicas es especialmente dolorosa cuando las personas asesinadas son niños, mujeres embarazadas o funcionarios públicos que luchan a favor de la justicia. Me parece que fue ayer cuando como director de una maestría le tomé, junto con el tribunal de sustentación, el trabajo de titulación al fiscal César Suárez, asesinado este mes.

Nos urge que la comunidad internacional nos auxilie con equipamiento y asistencia técnica.

Las cinco maestrías que tenía y su origen humilde dan cuenta de un hombre de lucha, y su trabajo da cuenta de un luchador por la justicia penal.

Se sabe ahora que era un ser muy solidario. Es una muerte que duele. Tenía a su cargo investigaciones peligrosas.

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Uno de los mensajes que nos llega directamente es que los fiscales en su mayoría están desprotegidos, injustamente desprotegidos.

Si los líderes de la investigación preprocesal y procesal penal no están protegidos materialmente por el Estado en materia de seguridad, entonces ¿qué será de los ciudadanos comunes, simples transeúntes de las calles?

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La avenida del Bombero está de luto: hace unos días murieron dos personas por balas perdidas, y unos días después presenció el asesinato del fiscal Suárez. El año pasado en esa misma vía un video mostró que un asaltante (técnicamente “presunto”) le decía a otro en relación a un ciudadano que no le entregaba lo apetecido: “Mátalo”. Es decir, la vida de ese ser y de su esposa dependieron del coraje del delincuente por la resistencia.

En definitiva, vivimos nuestra cotidianidad en medio del riesgo de morir vilmente. Los delincuentes saben que estamos en total indefensión y hacen lo que quieren con total tranquilidad.

Ni uno más

Nos urge que la comunidad internacional nos auxilie con equipamiento y asistencia técnica. Nuestras finanzas públicas –es público– están de ponerse a llorar, y aun así hay ciertos fulanitos que creen que la “soberanía” se afecta ante el auxilio internacional en materia de seguridad. Decía el expresidente José María Velasco Ibarra que la verdadera soberanía “consiste en hacer efectivo el derecho”.

La justicia no puede extraviarse de su noble sendero. Los jueces y fiscales deben ser especialmente protegidos. No les podemos exigir estar dispuestos a morir por su trabajo.

Riesgos en medio del conflicto armado

El Estado está especialmente en deuda con ellos. En estos tiempos varios jueces y fiscales son víctimas de amenazas y deben resolver en medio del temor, lo cual es injusto hasta el alma.

El Estado debe focalizar los subsidios para liberar recursos para nuestra defensa. Es lo justo. (O)