La agricultura ecuatoriana vive el uso progresivo de biológicos correctores de suelos y elementos decisivos para el control de enfermedades, se han adherido a ello agricultores pequeños y cultores de grandes extensiones, con tal convencimiento que han invertido en instalaciones para la cría o multiplicación de esos seres microscópicos benéficos que cumplen en silencio maravillosas e increíbles funciones vinculadas con la nutrición de las plantas, corrigiendo tierras degradadas que han perdido su original fertilidad, devolviéndoles su condición de entes vivientes, listos para recibir las semillas e incorporarse a la noble misión productora de alimentos.
En el escenario rural, en las pequeñas fincas, aparecen construcciones artesanales como sitios donde se preparan concentrados que supuestamente contienen infinidad de microseres que resultan de la descomposición de residuos vegetales o de materia orgánica en general, que, al decir de sus promotores, al aplicarse al suelo provocan reacciones positivas para el mejoramiento nutricional de plantíos. Es una labor positiva que necesita asesoría para determinar con exactitud qué microbios se están multiplicando, la cantidad obtenida y la fundamental relación equilibrada, sin desbalances que podrían acarrear efectos contrarios a los que se proponen.
Ocurre que en esas condiciones se pueden producir hongos, bacterias, actinomicetos, levaduras, que cumplen funciones específicas en la germinación de semillas, en la floración, aumentar el crecimiento de los frutos, optimizar la estructura física de los suelos, aumentar la fertilidad química y suprimiendo o neutralizando agentes causantes de enfermedades; además, activan la fotosíntesis, la absorción de agua y elementos nutritivos y ayudan a la formación de abonos orgánicos. Pero también pueden asomar agentes dañinos que pueden romper el equilibrio entre microorganismos existentes en el substrato productivo, en particular en el área contigua a las raíces denominada rizósfora.
El progreso agrícola ha determinado que la inversión privada como la realizada por el empresario Vicente Wong Naranjo, que recoge el medio especializado Portal Frutícula el 5 de septiembre pasado, permita la adquisición de cuatro bioprocesadores brasileños para la multiplicación controlada de microorganismos, en un ambiente de total asepsia, óptima humedad y temperatura para la cría de esos minúsculos seres, en las proporciones adecuadas, que, dirigida a los cultivos, está controlando exitosamente el temible moko, destructor de las musáceas comestibles. Además, se conocen adquisiciones de similares equipos con patente coreana instalados por la empresa ecuatoriana Polidist.
La academia ha aceptado este desafío, conforme se indicó en un foro realizado el pasado 15 de septiembre en Machala, en el que se demostraron los avances investigativos en ese campo, concluyendo en su presentación el profesor universitario Dr. José Quevedo que, gracias a estos microorganismos benéficos, el maligno hongo Fusarium raza tropical 4, que azota las plantaciones vecinas del norte de Perú, no ha penetrado a las áreas bananeras orenses. (O)