Hace algunos años comencé a navegar y encontré muchas similitudes entre gestionar una empresa y navegar un velero. El trabajo en equipo, la estrategia y el liderazgo del capitán, el uso de los recursos, así como los factores del entorno –las corrientes y los vientos– se viven como una empresa, que utiliza los mismos elementos para alcanzar sus fines. En Ecuador, los CEO navegan sus empresas contra fuerzas externas al mercado, como la corrupción, el exceso de normas y el impacto de la política en la economía. Estas fuerzas no solo desvían su atención de las prioridades estratégicas, sino que también impactan en su motivación y energía, esenciales para la innovación y el desarrollo de ventajas competitivas.

El liderazgo y la comunicación

El rol de un CEO es fundamental para el crecimiento y la sostenibilidad de una empresa. Su capacidad para desarrollar estrategias a corto plazo y, simultáneamente, innovar a largo plazo es crucial. Las empresas no solo son el motor de la economía, también la fuente de generación de riqueza y empleo, algo que entienden poco o nada los políticos y gobernantes. Por ello, cuando los líderes empresariales están distraídos pensando en cómo asimilar la próxima reforma tributaria o los efectos de disputas políticas, no pueden concentrarse en lo esencial y el crecimiento económico se estanca, como lo corrobora el Banco Central del Ecuador, que ha estimado el crecimiento para el año 2024 en 1,0 %.

Primer paso, larga marcha

En física es posible navegar contra el viento; se llama orzar y significa dirigir el barco directamente contra el viento. Sin embargo, es una batalla constante con la naturaleza, donde cada avance requiere esfuerzo y determinación. Es más difícil que cualquier otra tarea de navegación y requiere más práctica y habilidad. La analogía de “navegar con viento en contra” describe perfectamente cómo deben operar los CEO en Ecuador. Ellos se ven obligados a enfrentar problemas ajenos a su rol principal, como la burocracia excesiva y la corrupción. La energía se va en resolver problemas que no deberían existir. La constante lucha contra factores ajenos a los clientes, el cambio tecnológico y la competencia generan ansiedad y estrés adicional e innecesario, reduciendo la capacidad para liderar con éxito.

(...) los CEO navegan sus empresas contra fuerzas externas al mercado, como la corrupción...

“Una mar tranquila nunca hizo un marinero hábil”, dice un viejo adagio. Por eso tenemos una clase empresarial pujante, sobresaliente y resiliente, siempre dispuesta a dar lo mejor y a conducir las naves empresariales a buen puerto. Mi experiencia es que los líderes empresariales siempre encuentran maneras de avanzar sus naves y de mantener su motivación y energía, a través de la obra social, la formación continua, el establecimiento de redes de apoyo entre pares y la creación de entornos favorables al bienestar de sus colaboradores. Pero hoy ya no es suficiente. Son 30 años de trabajar con ellos y lo que veo siempre es un compromiso denodado, pero también, en muchos, un agotamiento y hasta desencanto por navegar tanto tiempo con viento en contra.

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Los gobernantes, los políticos y los directores de instituciones públicas deberían pensar que crear un entorno más favorable para los negocios nos beneficia a todos. El viento a favor permitirá a los CEO enfocar su tiempo y talento en lo que en esencia es su rol e importa al país: crecer y generar valor. (O)