El debate público en Ecuador abunda ahora con todos los casos posibles de mujeres prominentes denunciando violencia política. Desde lo trágico, la fiscal Diana Salazar siendo atacada por otras mujeres en forma sistemática y vil, hasta lo cómico: la presidenta del Consejo Nacional Electoral afectada por una crónica. Eso sin contar con las agresiones usuales en redes sociales donde mujeres con protagonismo público son usualmente insultadas. Que ahora una mujer que denostaba el feminismo diga que ser nombrada embajadora en Israel es violencia de género (ya quisieran muchas funcionarias de carrera del servicio exterior ser reconocidas con un puesto así) es el ápex de un proceso sistemático de trivializar el concepto mismo de qué es violencia y qué de género. O, para ser precisos, contra el género que no ha estado tradicionalmente en espacios de poder.

Liderar en un mundo convulsionado

Sé que estoy nadando contra corriente, pero para mí la lección más importante del feminismo siempre fue “revisar constantemente la posición de privilegio que una tiene”. Mientras mujeres de clase media alta y alta denuncian al lobo cada vez que las insultan, millones de mujeres ecuatorianas –la mayoría de ellas pobres y marginalizadas– tienen que sobrevivir violencia doméstica física, incluyendo violaciones y feminicidio. El exceso semántico sirve solo a unas pocas mujeres con poder porque al final, estos ensayos solo escalan los excesos semánticos que no llevan a ninguna parte, como acusar a la vicepresidenta en cuestión de desestabilizar al Estado. ¿Tiene algún sentido sobredimensionar los conceptos?

Este y otros casos prominentes denominados también “violencia de género” están ahogando el debate sobre la violencia real: abuso y violaciones sexuales sistemáticas en niñas, adolescentes y adultas en la guerra contra el crimen en el Ecuador, eso sin contar con feminicidios en aumento en todo el territorio.

Intelectuales y pensamiento indígena

No es que la violencia política no exista, todo lo contrario. Hubo 14 asesinatos políticos entre los dos últimos años, donde dos de las víctimas fueron mujeres. O que haya que pasar por alto insultos y vejaciones a mujeres políticas, pero si no enfocamos el debate político en solucionar los problemas de las grandes mayorías, la democracia pierde y la participación política de mujeres y hombres seguirá descendiendo a un triste escenario tragicómico que no ayuda a nadie, mucho menos a las mujeres. Es momento es ir más allá de esencialismos y, parafraseando a Martin Luther King Jr., juzgar a las personas por el contenido de su carácter y acciones, mas, no por su condición sexual, racial, ideológica o etaria. Es un ideal que nos hemos pasado por encima en los últimos años, porque resultó más fácil reducir todo a lo identitario, pues solo esto es tendencia en redes sociales.

Ecuador debería estar ya listo para eso: existen leyes estrictas sobre paridad en la participación electoral y acaba de pasarse en el 2023 la Ley Violeta para incrementar la participación de las mujeres en el mundo laboral; aumentar posiciones de poder para las mujeres en cargos públicos y privados y eliminar brechas salariales. Es hora de elevar el debate. (O)