No pueden existir. Porque de lo que se trata es de enfrentar al capital problema común del cambio climático. Empresarios, académicos, estudiantes, trabajadores, campesinos, ecologistas y ciudadanos están en el mismo escenario y deben, conjuntamente, encontrar los mejores caminos en esta situación ambiental tan grave.

No es posible conformarse con una situación planetaria y local que causa tanto dolor y muerte. Es necesario reaccionar para atenuarla y, de ser posible, superarla. Por eso, como en todos los escenarios sociales, las rencillas entre los actores que intervienen en cada situación lo único que generan es debilitamiento colectivo y pérdida de capacidad para luchar en contra del flagelo común.

Todos deben unir fuerzas para encontrar caminos que permitan luchar por la vida y por el futuro. Para alcanzar ese estado de cosas –una visión compartida– es indispensable un liderazgo político nacional que comprenda el drama del agua, de la sequía o de la carencia de alimentos, para que, desde esa convicción y de la conciencia de ostentar la representación de toda la sociedad, genere programas y promueva conductas honestas y transparentes en todos los frentes sociales, ponderando siempre el bien común sobre los intereses de los grupos.

La protección de la naturaleza debe ser el objetivo mayor. Emprendimientos, industrias, comercio, educación, agricultura y demás actividades deben prosperar siempre cuidando de la vida en todas sus expresiones. La naturaleza se convierte así en el fin último de la organización social, debiendo ser los otros intereses igualmente protegidos, pero siempre en el marco general del cuidado del medioambiente. Así actúan, desde hace décadas, muchos países en el planeta.

Toda acción humana tiene repercusiones en la naturaleza, eso es evidente. No se trata de inmovilizar toda actividad humana. Se trata de encauzarla en el nuevo paradigma global que es el cuidado del bien jurídico superior, el ecosistema.

La generación de riqueza, con el argumento de que esos recursos económicos son necesarios, no tiene sentido, pues si con esa actividad se afecta significativamente al entorno ambiental, se habría priorizado lo de menor importancia por sobre lo realmente valioso. La naturaleza es la casa orgánica de todos, al margen de ella, la vida es precaria e insostenible pese a los artilugios tecnológicos que intentan emularla y que no son sino oscuras caricaturas del esplendor y eficiencia de los ecosistemas.

Por eso, insistir, entre otras iniciativas gubernamentales, en la explotación de un proyecto minero en la Biosfera Macizo del Cajas, contrario a todo ordenamiento jurídico, es un sinsentido colosal que evidencia un gran menosprecio por la vida y un apego unidimensional al factor económico que interesa a ciertos grupos nacionales y extranjeros dominados por el afán de enriquecimiento a cualquier precio, en este caso, a costa de nosotros que nos veremos mortalmente afectados.

No hay enemigos. No puede haberlos, pues la causa común de proteger la naturaleza nos convoca a todos. Debemos dialogar y debatir para construir respuestas nacionales al inmenso desafío del cuidado de la vida. (O)