No me gusta volver sobre el pasado, más bien mirar hacia adelante… por eso les recuerdo artículos que escribí en 2024 en Koyuntura USFQ sobre computación cuántica, energía nuclear y próximamente inteligencia artificial. Pero hoy miraré atrás, porque se debe aclarar un peligroso y cercano pasado para evitar tentaciones de repetirlo.
Partamos de la vida real. Alguien de repente tiene ingresos excepcionalmente altos y decide mejorar a toda costa la percepción de calidad de vida de su entorno, porque “se lo merecen” y quiere tener su apoyo incondicional. ¿Qué hace? “Raspar la olla”, expresión que todos entendemos. Gastar esos ingresos excepcionales olvidando la prudente parábola de las vacas flacas y gordas, endeudarse con quien pueda y tomar todos sus ahorros sin importar su futura disponibilidad. ¿Es exitoso, hay sensación de abundancia? Por supuesto… ¡temporalmente! Creará empleo para los suyos, les dará dádivas, mejorará el entorno en que viven (mejor casa, ojalá mejor educación, viajes) y será su indiscutible líder cada vez más “mandón” porque “no me discutan, si soy quien les da todo lo que tienen”. ¿Temporalmente? Sus ingresos excepcionales se desvanecen, hay que pagar deudas y los ahorros se han esfumado, mientras sus gastos en buena parte han sido de baja o nula utilidad (regalos, malos empleos e inversiones) junto con algunos gastos también útiles por supuesto (lo contrario sería ya el colmo). La calidad de vida retrocede, fueron falsas ilusiones. ¿Le parece una historia conocida alrededor suyo?
Es la historia de Ecuador entre 2007 y 2017, privilegiar el impacto político de corto plazo frente al desarrollo real. ¿Ingresos excepcionales? El petróleo hacia los 100 dólares o la reciente (en el año 2006) recuperación de los campos de la Oxy que generaron al Estado no menos de 1.500 millones al año. ¿Raspar la olla? Enseguida se tomaron los prudentes fondos petroleros antes acumulados, o de una u otra manera los depósitos bancarios (suyos y míos) en el Banco Central, o los fondos de jubilación al decidir que no se aportaba al IESS el correspondiente 40 %… o incluso indirectamente al convertir los fondos de reserva (ahorros) en sueldo mensual. ¿Hubo apoyo político? Sin duda. ¿Grave autoritarismo? No hace falta recordarlo. ¿Fue temporal? Obviamente, a partir de 2015, al caer el precio del petróleo, el esquema empieza a derrumbarse y deja un legado negativo que los siguientes gobiernos han debido capear (otra cosa es que lo hayan hecho a ratos razonablemente bien, a ratos mal). Legado de un enorme Estado que es un lastre, múltiples subsidios, obras inútiles, deuda, empleos no productivos para los amigos, corrupción… y claro, algunas cosas positivas (lo dije, lo contrario sería el colmo, con tanto dinero en mano).
Superar el legado del hacendado
¿Qué necesitamos? Sensatez y atrevimiento para tener crecimiento sostenido y sostenible, que genere empleos e ingresos. Lo contrario de raspar la olla, crear las condiciones para que todos puedan empujar el carro, incrementando productividad en tres direcciones: usar mejor los recursos para generar más valor económico (mejores bienes y mejores servicios), más valor social (por ejemplo: mejor educación y salud) y mejores instituciones (en lo política, la justicia, corrupción y seguridad). (O)