En Ecuador, según datos del Instituto Nacional de Estadística y Censos (INEC) del año 2022, la pobreza por ingresos a nivel nacional es de 25 por ciento y la pobreza extrema de 10,7 por ciento. En el área urbana el 16,7 por ciento de la población es pobre y el 5,2 por ciento vive en pobreza extrema. En el área rural, el 42,9 por ciento es pobre y el 22,7 por ciento vive en pobreza extrema.
De acuerdo con la metodología utilizada, se considera a una persona pobre cuando tiene un ingreso per cápita de menos de 87,57 dólares y en pobreza extrema cuando el ingreso era menor a 49,35. En septiembre del 2022, 354.324 ecuatorianos carecían de empleo pleno, indicó el INEC.
La institución también registró que aproximadamente 800.000 ecuatorianos son analfabetos, y que en las escuelas la deserción es alta, con un total de 195.188 niños y adolescentes que dejaron el sistema escolar durante el 2022.
Según datos del INEC de julio de ese año, el 27 por ciento de los menores de dos años padecen de desnutrición crónica. De estos, en las zonas urbanas es de 25,4 por ciento y en las rurales de 30,6 por ciento.
Todos queremos un país justo, seguro, organizado y, como en toda democracia, elegimos nuestras autoridades...
Estas son solo algunas cifras de la realidad ecuatoriana a las que se suma la inseguridad personal, por el sicariato, la extorsión, la violencia, el narcotráfico y sus consecuencias y la incertidumbre política.
Todos queremos un país justo, seguro, organizado y, como en toda democracia, elegimos nuestras autoridades al ejercer el derecho del sufragio. Los escogemos entre los llamados políticos y esperamos que su trabajo desempeñado con honestidad, en todos los sentidos de la palabra, se concentre en resolver los problemas y encontrar las soluciones adecuadas para construir un país que ofrezca a todos las mismas oportunidades para disfrutar de un nivel de vida digna, en otras palabras, para garantizar el bien común y la paz.
Pero parece que algunos políticos, que no todos lo son, están muy ocupados, no tienen tiempo para pensar en solucionar los graves problemas del país, porque están dedicando todos sus esfuerzos a demostrar que los otros son más corruptos. Parece que así buscan ganar el favor de los ciudadanos, pero más bien lo que hacen es mostrar que creen que solo pueden alcanzar su simpatía y su respaldo destruyendo y eliminando al otro.
En una democracia, con separación de las funciones del poder y con ciudadanos que se sienten responsables de lo que sucede en su país, no solo está muy bien denunciar los actos de corrupción, sino que es una obligación hacerlo y pedir que se investigue y se sancione. De allí en adelante, el tema está en las autoridades correspondientes. Las partes explican que no confían en la Función Judicial, lo dicen los de casi todos los movimientos, partidos e individuos. Pues bien, eso significa que todos están de acuerdo, y si los políticos no estuvieran tan ocupados en crear y alimentar una mala imagen del otro, tendrían tiempo para concluir que hay que buscar una solución y que esa solo será posible con un acuerdo a favor del país y no de intereses particulares. (O)