En dos de los más tradicionales e influyentes países de Europa, el Reino Unido y Francia, han tenido lugar elecciones que cambian su colorido político, y, simultáneamente, en los Estados Unidos hay un confuso panorama electoral.

Todo esto en un momento de estado de guerra en Medio Oriente, en Gaza, y en Europa, en Ucrania, y sitios de mucha tensión en el Extremo Oriente, en China, en dos escenarios: uno en Taiwán y otro en Filipinas. En esa situación mundial se desenvuelve la política ecuatoriana, que debe encontrar un claro objetivo, nuevo rumbo.

En el Reino Unido ha triunfado con largueza el Partido Laborista, destronando al Partido Conservador, durante cuyo gobierno tuvo lugar la separación de la Unión Europea, Brexit, que ha dañado a la economía y a la relación cultural, sobre todo entre los jóvenes. En el conflicto en Ucrania, el Gobierno tuvo una dura actitud guerrerista que dificultaba una negociación de paz con Rusia, especialmente cuando, en el último año, fue designado para dirigir la política exterior el ex primer ministro, David Cameron.

En Francia, la situación es más complicada, difícil de prever su desenlace. El triunfo inicial de la ultraderecha de Marine Le Pen solo fue impedida porque, gracias a que hay segunda vuelta en las elecciones parlamentarias, acordaron, la izquierda de Jean-Luc Mélenchon con la centrista del presidente Emmanuel Macron para retirar a quien fuese tercero y votar por quien tuviese más posibilidades. Macron continuará de presidente con poderes en Relaciones Exteriores y en Defensa, porque así consta en la Constitución de la Quinta República de De Gaulle, pero quedará muy debilitado y será difícil que continúe con su política guerrerista de pretender enviar tropas a Ucrania, que, creo la sostenía, en gran parte, para contrastar con Le Pen, al parecer, próxima a Vladimir Putin.

La situación político electoral de los Estados Unidos es también complicada, casi una incógnita, al depender de si ganan los republicanos, con Donald Trump, quien se opone a que los Estados Unidos siga apoyando a Ucrania, con lo cual la obligaría a negociar la paz con Rusia, o si se continúa buscando la reelección del presidente Joe Biden, en cuyas posibilidades de triunfo pocos creen después de su desastroso primer debate con Trump, situación que no la ha mejorado en sus nuevas, desesperadas y desesperantes, presentaciones. La persistencia del presidente de mantener su candidatura nos comprueba que no hay cosa más difícil en política que renunciar al poder.

Un grupo de ecuatorianos creemos que no se puede continuar así, y hay que buscar los instrumentos, diré mejor, las instituciones, que hagan viable el ejercicio eficiente de la democracia. Como inicio de ese camino, hemos apoyado la tesis de Simón Espinosa de que, mediante plebiscito, el pueblo derogue la Constitución actual –causa del actual caos– y declare la vigencia de la anterior, de 1998, actualizada.

Eliminemos los inventos de los asesores españoles en las constituciones del socialismo del siglo XXI: Consejos de Participación, amparos constitucionales, etc. ¡Empecemos! (O)