Viktor Frankl sobrevivió al genocidio nazi y tras su experiencia, ese médico psiquiatra escribió un genial y aleccionador libro titulado El hombre en busca de sentido. A través de una narración en primera persona, Frankl señala cómo descubrió herramientas para perdurar a pesar de la extrema violencia.

Aunque las lecciones del libro de Frankl son muchas, quiero rescatar tres que pueden ayudarnos a sobrellevar las incertidumbres que hoy caracterizan al país. Primera, los números cuentan. Segunda, la esperanza de cambio. Y tercera, mantener el buen humor.

Los números cuentan, debido a que todos somos portadores de algunos. Frankl narra que –en el campo de concentración de Auschwitz– los nombres no importaban; pues a los captores lo único que les interesaba es que el número de confinados –al campo de concentración– sea el necesario para llevar a cabo los trabajos forzados.

Todos portamos números y son significativos, como la cédula de identidad, el código del pasaporte, las cuentas bancarias y otros; esos reflejan nuestras historias. En el relato de Frankl, a veces, los presos se intercambiaban números, confundiendo así a la autoridad carcelaria. Hoy, también se usan números, y a veces para hacer daño; por ejemplo, en el robo de datos. Por lo tanto, debemos estar atentos a los números y salvaguardar nuestra información.

Según Frankl, la esperanza de un futuro mejor la denominó «ilusión del indulto», es el mecanismo para pensar que pronto todo cambiará, es una especie de recurso mental que amortigua el dolor. Pues, a pesar de que diariamente –en el campo de concentración– él observó miles de asesinatos, creer que al día siguiente algo iba a cambiar ayudó a Frankl a sobreponerse.

Hoy se conoce que el optimismo proporciona la posibilidad de resistir a un entorno violento. Además, las personas optimistas tienen mayor resiliencia (capacidad de adaptarse a un ambiente difícil). Así, es necesario desarrollar en nuestras familias una mirada más positiva de lo que nos rodea; aceptar que hay elementos que podemos controlar y otros que salen de nuestras manos, pero que deben analizarse.

Respecto a la tercera lección, el buen humor. Frankl narra que al terminar las jornadas –y a pesar de la situación de extrema vigilancia– los confinados se consolaban unos a otros, narraban anécdotas y se imaginaban situaciones graciosas; así lograban crear espacios de consolación y sosiego, aun en medio del dolor. Por lo tanto, en un pequeño momento, las gotas de “buen humor” actúan como combustible y recarga energías.

El buen humor –desarrollado en tono respetuoso, cálido y oportuno– lleva a las familias a fortalecer sus vínculos, impulsar la buena voluntad, reflexionar sobre el perdón y sanar heridas. Aunque no es una panacea, todos los estudios concuerdan en que los momentos atentos, afectivos y alegres crean ese “calor de hogar” que conforta y anima.

Por lo tanto, números, esperanza y buen humor parecen ser algunos de los ingredientes que fortalecen a las personas. Así, Viktor Frankl nos alienta a desarrollar una vida positiva, aun en tiempos de adversidad. (O)