La frase del título nos remite a la bandera de la República de Brasil y evidencia la relevancia que su pueblo otorgó a estas palabras, colocándolas en uno de sus símbolos patrios más importantes.

El análisis sociológico y político de esa expresión nos relaciona con la historia y el significado de los dos vocablos que la conforman. Naturalmente que esas aproximaciones académicas –histórica y semántica– permiten comprender con mayor precisión aspectos y circunstancias de la frase.

Palabras que son semillas

Sin embargo, también los ciudadanos que se vinculan con la expresión, orden y progreso, pueden interpretarla y comprenderla desde puntos de vista propios y no siempre conectados con el debate intelectual y político que sobre ella se ha dado. La palabra orden como sustento y objetivo de la actividad humana es asumida por muchos como una instancia ineludible para la vida individual y colectiva. Otros la rechazan porque la conectan con formas culturales y regímenes políticos que la utilizan para controlar y ellos –esas personas– piensan que hay formas de vida mejores que las basadas en algo tan ortodoxo y clásico. Sucede lo mismo con el término progreso, que recibe por parte de la gente común connotaciones relacionadas con el mejoramiento legítimo y la prosperidad anhelada, que no necesariamente tienen el significado de los análisis académicos y más bien representan la natural aspiración de construir mejores niveles de vida. Al igual que con la palabra anterior, con esta pasa lo mismo… algunas personas rechazan el concepto de progreso porque consideran que ese objetivo ha sido utilizado para viabilizar intereses de poder.

Que sepa leer y escribir

La selección del título y el desarrollo de esta columna están inspirados por el último acontecimiento deportivo que convocó la atención de América Latina: la realización de la Copa América de fútbol, que tuvo lugar en diferentes estadios de los Estados Unidos y cuya final se realizó en la ciudad de Miami. Transcribo algunas de las expresiones publicadas por medios de comunicación en español de todo el continente, que dan cuenta de lo que comentaré al final de este texto: “Una avalancha de aficionados con camisetas de las selecciones de Colombia y Argentina se saltaron los cercos de acceso al Hard Rock Stadium, en Miami”. “De manera extraoficial se conoce que más de 6.000 personas ingresaron sin boletos...”.

No hubo orden, sino todo lo contrario. Fue el caos, provocado por cientos de personas que transgredieron toda regla de conducta. Intentaron aprovecharse de la confusión que generaron. Cometieron atropellos, alevosías, desafueros y mancillaron una ocasión festiva tan importante. La organización estadounidense no estuvo preparada para enfrentar a esas salvajes formas de ser que arrasan con lo preestablecido y con normas que deben ser respetadas por todos. La Conmebol, responsable de todo el evento y de coordinarlo adecuadamente, mostró falencias graves a lo largo de todo el campeonato. Y, muchos de los delincuenciales aficionados, responsables directos del escándalo, exhibieron las peores facetas de una condición humana que caracteriza a todos los antisociales del planeta, sin que importe su nacionalidad o cultura. (O)