Un temblor que amenaza convertirse en terremoto está sacudiendo al Gobierno. Aunque el epicentro está muy lejos, allá en Tel Aviv, en el conflictivo Oriente Medio, todo indica que lo mantendrá sumido en pánico por un buen tiempo. Si no encuentra un lugar en que pueda ampararse, la angustia le complicará la ansiada reelección. El problema es que, más que un lugar, lo que se ha puesto a buscar, de la mano de su pintoresco subsecretario de Gobierno, es una trampa y no se ha dado cuenta de que por ahí tiene todas las probabilidades de fracasar.

Lucha de poderes

El problema comenzó cuando alguien activó la alarma de lo que podría suceder si el presidente Daniel Noboa, empeñado en su reelección, tuviera que encargar la presidencia a su vicepresidenta Verónica Abad. Aunque ya se había dado cuenta de la tremenda barbaridad que había cometido al escogerla para formar su binomio (y por eso la envió al peor destino que pudo imaginar), recién captó la dimensión del problema cuando le informaron que la ley le obliga a pedir licencia en el periodo de campaña. Por tanto, de acuerdo con la misma ley y con la Constitución, la señora Abad deberá ocupar el sillón presidencial y, obviamente, tendrá todas las atribuciones presidenciales durante ese tiempo.

Frente a esa evidencia, los malos discípulos de Maquiavelo –que nunca leyeron al gran autor italiano– pensaron en varias soluciones, cada una de ellas más tramposa que las otras: presionarla con la prisión del hijo para que regrese, declarar abandono del cargo, interpretar artificiosamente la ley, inventar una conjura legislativa. Hasta el momento todas fracasaron y el problema dejó de restringirse al Gobierno y pasó a ser un anuncio nefasto para el país.

¿Es otra sociedad?

En realidad, lo que se avecina es el terremoto anunciado. De lo que se pudo ver en la campaña –cuando el país y el propio candidato Noboa recién la conocieron– y sobre todo a partir de las declaraciones que ella ha hecho en estos días, nadie puede dudar de lo que podría suceder si llegara a sentarse en Carondelet. Su incapacidad para articular una oración medianamente comprensible y para hilar una respuesta coherente es tan inmensa como la ambición que demuestra. En menos de un día, en pocas horas, una persona como ella puede instalarnos en una larga temporada de caos, más profunda que las que hemos conocido (que no son pocas).

Pero, hay una solución y está en las manos del presidente. Debe comenzar por recordar que él –y nadie más que él– es el responsable de que ella esté en el lugar en que se encuentra ahora, ya que él fue quien la escogió. Y es también él, con la absurda decisión de enviarla a Israel, el responsable de que ella ahora busque la venganza con todo el ímpetu que lo está haciendo. Por tanto, este es el momento en que él debe asumir su responsabilidad y tomar la decisión más sencilla y efectiva, que es abandonar su decisión de ir a la reelección. Si lo hace, el país le recordará como un presidente de transición y sobre todo le agradecerá por salvarle de lo que, sin duda, sería una tragedia. Además, tendría el tiempo suficiente para conocer a una persona idónea que pueda ser su compañera de papeleta en 2029 y no improvisar en algo tan importante. (O)