En octubre de 2019 y en junio 2022, hubo intensas manifestaciones sociales lideradas por el movimiento indígena en gran parte del Ecuador. En estos dos momentos se vivieron episodios de mucha violencia oficial y también de intensa represión policial.

En las manifestaciones de octubre del 2019 y las de junio 2022 se mezclan muchas cosas: reivindicaciones sociales legítimas, agendas de inclusión y combate contra la desigualdad plenamente democráticas, y acciones de grupos que quieren generar caos para desestabilizar no solo a los gobierno, sino a la totalidad de las instituciones democráticas. Todo se mezcla en contextos tan complejos como estos, por eso reducir todo a la violencia no es la mejor perspectiva desde lo periodístico.

Más y más periodismo

Ciertos entrevistadores

De hecho, entre las violencias de esos días, una de las virulentas y sistemáticas, fue la que se ejerció contra periodistas y medios que cubrían los hechos en las calles. Fundamedios registró durante el paro de 2019, 116 ataques contra la prensa y en el paro de junio del 2022, 164 agresiones. Los sectores sociales movilizados tenían (y tienen) exigencias que hacerle a la prensa. Por supuesto, no se puede hacer crítica a los periodistas y medios a punta de piedrazos y ataques. Pero, desde el periodismo sí es necesario recoger las demandas y procesarlas.

Recientemente, en el portal del proyecto regional de periodismo Conectas entrevistaron al profesor y periodista argentino Fernando Ruiz, quien describe la situación de la que estamos hablando con meridiana claridad: “En América Latina el principal problema de derechos humanos es la desigualdad social, es persistente y extrema. El periodismo parece no ocuparse tanto de este tema y de los derechos sociales, como lo hace con otro tipo de derechos. De alguna forma, el periodismo termina funcionando como una institución que contribuye a reproducir la desigualdad”.

‘Fake’ nuestra de cada día

Los periodistas deberíamos adoptar un enfoque crítico y de denuncia hacia las políticas y prácticas que perpetúan la desigualdad. En lugar de simplemente informar sobre los problemas, deberían señalar a los responsables y exigir cambios concretos. Es importante entender que la desigualdad no es un problema que afecta solo a una parte de la población, sino que es una cuestión que atraviesa todas las dimensiones de la sociedad. Esto implica que, como periodistas, debemos estar atentos a las diferentes formas en que la desigualdad se manifiesta en nuestras sociedades, desde la discriminación racial y de género hasta la falta de acceso a la educación, la salud y la vivienda.

En este sentido, es crucial que el periodismo preste atención a las voces de aquellos que son afectados por la desigualdad, y que seamos capaces de contar sus historias de manera empática y respetuosa. Esto implica salir a las calles y a los barrios, y tener una presencia activa en las comunidades más vulnerables. No podemos hablar de desigualdad si no estamos dispuestos a escuchar a aquellos que la sufren en carne propia.

Finalmente, como periodistas, es importante que seamos críticos con nuestro propio trabajo y que estemos dispuestos a reflexionar sobre nuestras prácticas profesionales. Debemos cuestionar nuestras propias suposiciones y prejuicios, y estar abiertos a nuevas perspectivas y enfoques. La desigualdad es un problema complejo y multifacético, y solo podremos abordarlo de manera efectiva si estamos dispuestos a aprender. (O)