De acuerdo con la información del Sistema Integrado de Monitoreo de Cultivos Ilícitos de la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito, la siembra de coca en Colombia viene experimentado un alza en su productividad y precio. Si bien el número de hectáreas ha crecido a un ritmo menor del de los años anteriores, el volumen de la coca sigue en ascenso. En parte por factores climáticos y en parte debido a mejoras en los cultivos y en las variedades, lo cierto es que este y el próximo año lucen muy positivos para la industria del narcotráfico. Las regiones colombianas que más producen coca son las que lindan con el Ecuador: el área de Putumayo-Caquetá con un 30 % y la del Pacífico con un 36 %. Es decir que más del 60 % de la coca que produce el mayor proveedor de cocaína del mundo se cultiva a pocas horas de nuestro país. Como sucede con toda actividad ilícita, el narcotráfico requiere de protección política para bajar los costos de sus operaciones. Eso es lo que nos ha sucedido en el Ecuador.

Es un peligroso error ignorar al narcotráfico como una fuerza política (como Colombia y México).

Gracias a la amalgama del correísmo con el narcotráfico, el Ecuador se convirtió en un callejón ideal para la exportación de la coca; fue un efecto del llamado Plan Colombia que le complicó a los traficantes usar los puertos colombianos.

Es decir, a la marca de corrupción que llevan la mayoría de nuestros políticos (“Roben, pero roben bien…” llegó a decir una de las lideres de Pachakutic en la Asamblea…), se ha sumado el animal del narcotráfico, un animal que vino para quedarse gracias al régimen más corrupto del Ecuador. Es un peligroso error ignorar al narcotráfico como una fuerza política. Es el error que cometieron Colombia y México en su momento. Y ahora están pagando por ello. No es que el narcotráfico explique todos nuestros males. Sería un simplismo pensar así. Pero si no se le reconoce el enorme peso que hoy tienen los narcos en nuestro país, y que probablemente va a tener en el futuro; si seguimos mirando a otro lado, como lo hizo por 14 años la dirigencia política que dizque se oponía al correísmo; si seguimos insistiendo en no querer hablar sobre los carteles, ya sea por miedo o por vergüenza; si continuamos omitiendo al narcotráfico de las lecturas que hagamos de la realidad, vamos derecho al abismo.

No puede ignorarse que Lasso se ha convertido en un estorbo para el narcotráfico. A raíz de su llegada al poder la política hacia esta industria tomó un giro radical, en el discurso y en los hechos. De ello dan testimonio las estadísticas que hablan por sí solas. Pero para los carteles de la droga los obstáculos políticos a sus operaciones se solucionan o por las buenas o por las malas, plata o plomo. O las instituciones se doblegan calladamente pactando con ellos, tal como sucedió, por ejemplo, con el narcocorreísmo por años, o los narcotraficantes se encargan de doblegar a las instituciones a punta de violencia.

No debe sorprendernos el hecho de que las famosas diez propuestas de Iza resultaron puro cuento. Lo que se busca es remover al gobierno por la violencia. No por las urnas; sino por el atajo de la sedición. Mientras Iza no gane las elecciones democráticamente, el país debe rechazar el narcogolpe que está en movimiento. Los carteles y patrones de la droga necesitan otro gobierno en Quito. Eso es todo. No nos engañemos. (O)