Se ha hablado mucho de un análisis del Banco Central (BC) según el cual, técnicamente, la economía ecuatoriana ha entrado en recesión. ¿Qué es esto? En términos sencillos: que ya llevamos algunos meses en que la economía está en decrecimiento, la actividad económica es menor que en los meses anteriores. Es lo mismo que si usted dijera: “Mi energía ha decrecido, mi salud ha decrecido”. Es bastante simple de entender, y en cualquier caso su conclusión sería: me está pasando algo poco sano, menos energía y peor salud que antes. Asimismo, no es sano que la economía decrezca. ¿No es sano para quién? Pues obviamente para lo realmente importante en la economía como es la gente, porque eso implica menos empleo e ingresos.

Estando claros de que la recesión es algo malo, nos podemos entonces preguntar: ¿estamos realmente en recesión? Y la respuesta es menos clara por una razón sencilla, las estadísticas en economía no son absolutamente ciertas, y hasta podríamos decir “son bastante imprecisas”. No por culpa particular de nadie, sino por su propia naturaleza: idealmente habría que recoger información de todas y cada una de las transacciones en el país, cada mes o cada año. Comprendemos fácilmente que eso es imposible. Lo que se hace entonces es recoger parcelas de esa información y luego proyectarlas hacia el conjunto de la economía a base de diversos mecanismos y modelos estadísticos. Resultado: aproximado. Y luego se compara eso con la estimación que se hizo del periodo anterior. Resultado: doblemente aproximado. Por eso el título “el detalle no importa”, porque solo tenemos aproximaciones.

¿Y entonces? Dejemos de lado los detalles y las confusiones que el propio BC ha creado entre sus proyecciones para el 2024 que son levemente positivas (o sea, no hay recesión sino ligero crecimiento), estos indicadores técnicos de que estamos en recesión y el anuncio inmediato de que estamos en recesión, pero que ha llegado a su fin en el mes de junio (podría ser cierto, pero en medio de las aproximaciones, ¿cómo sabe el BC con tanta precisión que acabó en junio, cuando casi no tenemos aún información pertinente?). Lo que sí podemos razonablemente decir es que la actividad económica crecerá este año entre -0,5 % (recesión) y +0,5 % (pequeño crecimiento) que, en cualquier caso, si lo comparamos con el crecimiento de la población (alrededor de 1,5 % anual) nos da un resultado negativo (la economía crece menos que la población, “la torta crece menos que el número de invitados”).

¿Cómo podemos pensar que esas cifras son sensatas (aunque malas)? Porque hay varios indicadores (todos aproximados) en esa dirección. El mercado laboral sigue pasmado. El crecimiento de las ventas, con base en información del SRI, ha ido cayendo regularmente, en mayo alrededor del 0 % anual. Las importaciones han caído. El crecimiento del crédito en bancos y cooperativas también ha bajado fuertemente. Y más... en realidad que la economía crezca -0,5 % o

+0,5 % no cambia en mucho la conclusión: es absolutamente insuficiente para mejorar la vida diaria de la gente. El objetivo debería estar por encima del 4 % anual, de manera sostenida y sostenible. ¡Y para alcanzarlo debemos colectivamente esforzarnos bastante! (O)