El terrorismo aparece en diversos momentos históricos de las sociedades, y, aunque sus definiciones varían, todas coinciden en precisarlo como el uso extremo de la violencia, que rompe la tranquilidad social. El terror opera desde las sombras y radica su poder en la capacidad de intimidación. La consecuencia más dolorosa del terrorismo es que la gente sienta que la única manera de defenderse es cerrar puertas y ventanas o huir.

Con otras armas

Los ciudadanos agredidos tienden a refugiarse, callarse, inmovilizarse y opacarse, por lo que los actos de terror triunfan cuando la población desarrolla una idea de indefensión y desarrolla comportamientos inusuales. Por ejemplo, en diferentes sitios de algunas ciudades, los barrios se amurallan y se prohíbe el paso por las calles, que antes eran de uso general.

Las personas intimidadas son proclives a mostrar sumisión social, lo que da lugar a un estrés generalizado y contagioso que impide el análisis frío de las circunstancias y la información. De ahí que el personal policial y todos los involucrados –en operativos de control de terrorismo– requieren recibir apoyo psicológico para garantizar su estabilidad emocional y fortalecer su capacidad de resiliencia.

Generación perdida

¿Por qué surgen los grupos terroristas? La sociología explica las razones del nacimiento de esos grupos, debido a que tienen intereses profundos que no logran ser aceptados por el entorno. Quienes militan en el terrorismo conocen que su vida está en riesgo y aceptan dicha circunstancia; por tal motivo, la represión y la cárcel –si bien es un paliativo– no los intimidan, porque ya entregaron su vida a una causa, aunque esta sea delincuencial.

Es hora de sumarnos todos para recuperar la paz y ver otra vez las calles con gente que trabaja, ríe, comparte, juega y pasea, sin temor.

La peculiaridad del terrorismo es que posee una organización intencional, basada en encaminar el control de un grupo humano mediante acciones que rompen el orden social y los acuerdos de convivencia. Es decir, las acciones obedecen a una planificación previa, a un estudio del terreno donde se ejecuta la violencia y una expectativa de infundir un miedo en un enemigo preciso.

Valientes

Sin embargo –como señalan varios autores–, las acciones terroristas son posibles porque cuentan con la complicidad de actores locales intimidados, que se someten a esos grupos. Por esto, resulta urgente fortalecer las esperanzas barriales, a sus líderes y a la ciudadanía. De ahí que entre las tareas de las instituciones está identificar las redes de los grupos terroristas, mapear las zonas de acción, sus objetivos y sujetos, al tiempo que develar a qué barrios y familias los tienen atemorizados y sometidos.

Para evitar el terrorismo es necesario identificar si es posible neutralizar los intereses que persiguen los terroristas, sea a través de mecanismos legales, administrativos o militares; pues, mientras los grupos terroristas permanezcan en las sombras, no hay esperanza de que la violencia se acabe.

Pero detener la violencia no es una cuestión solo del Estado central; también deben colaborar plenamente los Gobiernos locales, instituciones y barrios. Es hora de sumarnos todos para recuperar la paz y ver otra vez las calles con gente que trabaja, ríe, comparte, juega y pasea, sin temor. (O)