Hoy no voy a ser amable, hoy mis dedos tienen furia, porque la frustración es más poderosa, porque odio con cada célula de mi ser perder como gotas de agua en un grifo descompuesto mi fe en la humanidad, en el Ecuador, en nosotros como ciudadanos de bien… perdón, ¿de bien?

¡Boom!, otra nociva bomba nos ha despertado en el noticiario sangriento de la mañana, mientras nosotros, impávidos, seguimos preguntándonos por qué nadie hace nada, mientras nosotros ya hicimos mucho al dejar a nuestra desidia decidir el pasado, presente y futuro de nuestra gente.

¡Papi!, respira, por favor, no te mueras, en un lugar no de este mundo, sino de nuestro país, de nuestro hermoso país, grita un niño desesperado, al que un infame sicario disparó a quemarropa cuando caminaban tomados de la mano, pensando en un futuro que ya no llegará, mientras nosotros, puritanos de medio pelo, concluimos seguramente que es algún delincuente al que le ajustaron las cuentas, sin saber que aquel que mordió el polvo fue un error, una víctima colateral, o un simple entrenamiento de un ejército que se forma bajo nuestras narices, mientras nosotros seguimos leyendo en Twitter que la culpa es de la clase política, que paradójicamente y por nuestro conformismo dejamos que se ocupen de nuestros derechos, creyendo que gozarlos son dádivas y no que son inherentes a nosotros, porque no nos importa, mientras no sea yo.

¡Han asesinado mi reputación! Exclama un presidente nocivo y perdido en su egocentrismo...

¡Quieto ahí, imbécil! Grita un niño que en vez de estar con un libro, un juguete y un helado, está con una pistola, ¡sí! Una maldita pistola, asaltando a plena luz del día, acompañado de su hermanito menor, porque a nosotros, los supuestos sabios adultos, nos importó un carajo levantar la voz, salir a las calles a exigir a un manojo de estúpidos políticos que dejen de buscar ese puesto para su beneficio, y nos conformamos con “roba pero hace obra”, es que es un escenario ridículo para gente ridícula en la que nos convertimos, mientras nos rasgamos las vestiduras preguntando por qué, y exigiendo como grandiosa solución que aquel niño sea juzgado y encarcelado como adulto, en vez de exigir educación, deporte y aportar nosotros al cambio de un niño. Si mientras usted lee esto su hijo está con un celular o un juego de video al que juega a matar, usted es culpable de este presente.

¡Han asesinado mi reputación! Exclama un presidente nocivo y perdido en su egocentrismo, mientras sus zapatos rojos siguen siendo el recuerdo de que por la desesperación de salir de algo malo llegamos a estar peor, aquel escenario que pensamos no podría ser peor, usted, señor, lo hizo posible y no solo eso, lo hizo tenebroso, mientras a su andar pausado deja una estela de sangre, dolor y frustración; se le agradece por nada, y me culpo a mí por haber sido uno de los ecuatorianos que al no tener mejor opción depositamos la esperanza en usted, me arrepiento de no haber anulado el voto, porque sí, señores, nuestra pobre clase política no tiene nada presentable, porque nuestra política se ha convertido en una caricatura de tiktoks y bailecitos, mientras hoy los ridículos reclamamos por qué no estamos mejor. (O)