Una vez más, tal como ha venido ocurriendo desde su creación desde la vigencia de la Constitución de Montecristi, el Consejo de Participación Ciudadana y Control Social (CPCCS) es centro del escándalo político.

Lo que comenzó como una fachada para que el oficialismo se asegurase el manejo de los organismos de control del país, a través del dizque quinto poder, una vez ido el supremo líder del poder, se ha convertido en una suerte de botín que todos los Gobiernos y grupos políticos se disputan.

Unos para perseguir a sus adversarios; otros, para que no los persigan; otros, dizque para garantizar su independencia, y otros, sin sangre en la cara ni en los bolsillos, simplemente para hacer negocios.

La justicia condenada

Muchos se quejan de la institución, pero tan pronto tienen la posibilidad de meterle mano, acometen sin rubor.

Como dice el dicho, sarna con gusto no pica.

Lo cierto es que el mentado CPCCS ha estado en el ojo del huracán de manera sostenida los últimos 15 años, confirmando lo que sus detractores hemos manifestado todo este tiempo.

¿Qué hacer con el CPCCS? Debe desaparecer. ¿Qué hacer con sus competencias? Devolverlas a la Asamblea Nacional. ¿Que no nos gusta la Asamblea Nacional? ¿Que ello no despolitizaría la designación de las autoridades de control? Totalmente de acuerdo. Y es que el problema no radica en que las autoridades del país, electas por votación popular, participen en la selección de los organismos de control. Si es precisamente para ello que se los elige.

La farsa del CPCCS

El problema son los criterios y motivaciones para elegir a esas autoridades. Y luego, las ejecutorias de dichas autoridades en el ejercicio de sus funciones. O entonces, ¿cómo ocurre en otros lugares del mundo? ¿O acaso las autoridades de control son elegidas de una terna venida de Marte?

¿O por recomendación de la ONU o la OTAN?

El problema de la política, en el Ecuador, con las honrosas excepciones que sí existen, es que no es otra cosa que el reflejo de nuestra sociedad.

¿Queremos una mejor calidad de políticos? Pues debemos tener una mejor calidad de ciudadanos. Y me refiero a los que luego se convierten en políticos, así como a quienes los votan y a quienes, en un momento dado, estén dispuestos a exigirles que cumplan con sus ofertas de campaña y una conducta decente, acorde con el alto honor que representa el servicio público.

Me refiero al empresario que pague oportunamente y en la medida justa sus impuestos y cumpla sus obligaciones laborales. Que no sea el corruptor del funcionario público de turno, ni el financista interesado del político, para luego recuperar la inversión con fondos públicos.

Me refiero al periodista, que informe con seriedad e imparcialidad (dentro de las limitaciones del ser humano que es), y no sea un extorsionador de políticos o empresarios o una pluma pagada del poder de turno.

Hay que devolverle la institucionalidad al país y parte de ello radica en desaparecer al CPCCS, institución que nació torcida y como el árbol vemos día a día que va a ser muy difícil que se enderece. (O)