La planta eléctrica flotante turca que llega estos días y empezará a generar a fines de septiembre no es la solución al problema eléctrico. Es tan solo un paliativo para compensar en algo la caída en la generación hidroeléctrica durante el estiaje que se inicia para esas fechas. La solución al problema es una tarea de largo aliento que tiene que comenzar ya.

Entre 2007 y 2014 el país vivió una bonanza petrolera sin parangón y el correato casi cuadruplicó el gasto público: de $ 12.500 millones a $ 47.000 millones; de ser el 25 % de la economía al 46 %. La masiva inversión eléctrica de ese periodo se concentró en grandes centrales hidroeléctricas que han acusado problemas. La mayor de todas, Coca-Codo Sinclair, adolece de gravísimas fallas técnicas. La más importante en la vertiente Costa, Toachi Pilatón, aún no está operativa. Ni las termoeléctricas ni la red de transmisión fueron mantenidas y peor ampliadas.

Desde 2014 cae el precio del petróleo, y entre enero de ese año y la entrega del poder a Lenín Moreno en mayo 2017 el correato duplicó la deuda externa de $ 13.000 millones a $ 27.000 millones. Los tres gobiernos sucesores han sufrido para pagar por la gigantesca burocracia heredada y la enorme deuda pública, con renta petrolera reducida. Las exportaciones de petróleo netas de importaciones de combustibles promediaron $ 8.000 millones en 2011-2013, el año pasado se redujeron a la cuarta parte, $2.000 millones.

Desde 2014 no hay inversión pública en el sector eléctrico, y la normativa nacional restringe la inversión privada en electricidad. El sector eléctrico está en soletas.

Por el lado del Estado no se puede esperar mayor inversión, pero sí eficiencia. Y que abra el sector eléctrico a la inversión privada en todo lo posible dentro del marco de la Constitución estatizante de Montecristi.

Muchas empresas distribuidoras adolecen de mala gestión, incurren en cuantiosas pérdidas negras y acumulan enormes cuentas por cobrar. El resultado es que no pagan por la energía que compran y Celec, el monopolio estatal de generación, no recupera su dinero. Las distribuidoras deben tener una administración profesional. Ninguna empresa privada va a querer invertir en generación con tan malos pagadores como clientes, es necesario establecer un fideicomiso de garantía con las rentas de las distribuidoras. Hay inversiones aprobadas pero paradas por falta de garantías.

Se deberá cambiar el tarifario a tasas fluctuantes, menores cuando la demanda es baja y más altas en horas pico, y dar cabida a la generación privada en electricidad. Convocar a la construcción privada de los grandes proyectos en carpeta, como Cardenillo y Santiago.

Toca desmontar la tramitología que torna imposible o al menos muy lenta la inversión privada, y advertir a los usuarios que el Estado no puede garantizar el servicio eléctrico. Permitir la inversión privada con cualquier fuente de energía, incluido fuel oil, tanto para autoconsumo como para la venta. Habrá usuarios residenciales que pondrán paneles solares. Las empresas pondrán plantas más grandes, inclusos pequeñas hidroeléctricas. Los camaroneros podrán conectarse al sistema eléctrico nacional.

Si no abrimos la inversión privada en luz, andaremos en tinieblas. (O)