Hay ciertos sucesos en la vida social que están relacionados con la existencia de los libros, las llamadas ferias del libro, por ejemplo, que concitan la atención del público que, por la presencia de interesantes escritores nacionales e internacionales, por las novedades editoriales o por las ofertas y descuentos de las librerías, a ellas concurre. No está mal vender y comprar libros; al contrario, los libros son un bien –material y espiritual– que, como ya sugirió Juana Neira en el año 2020, debería ser considerado como un producto básico: “El libro y la lectura tendrían que estar dentro de la canasta básica de todas las familias”.

La Feria del Libro de Quito de 2024

Pero ¿cómo vivimos la real realidad del libro y de la lectura en el Ecuador? ¿Son la novela polémica más reciente, el poemario del poeta local o la reedición de un clásico motivos de conversación en los hogares? ¿Los amigos que se reúnen para verse y comentar sobre sus vidas, por un azar, alguna vez, lanzan un comentario sobre un libro de modo que se enfrascan en una charla sobre lo leído? ¿No nos han dicho los grandes autores que la lectura es una pasión que llega a cambiar puntos de vista, que puede mostrarnos lados desconocidos sobre lo que es el vivir y que es una experiencia fabulosa de un aprendizaje único?

Hable serio, Pabel

Contamos en el país con datos sobre la venta de libros en las ferias, las librerías saben cuáles son los textos más vendidos y publican esas listas, las bibliotecas universitarias conocen cuántos estudiantes –colegiales y universitarios– solicitan textos en las visitas que hacen… pero como país –como Estado y ciudadanía– ignoramos si los libros tienen un peso significativo en las familias. La pregunta que hago, en el contexto de desigualdad, de injusticia y de las lacerantes inequidades en que vive el Ecuador, puede resultar baladí pero no es innecesaria: ¿hay libros –no digo ya pequeñas bibliotecas– en las casas de los ecuatorianos?

¿No seríamos una mejor sociedad si estimuláramos en todas partes una sostenida práctica de lectura? Puede que sí y puede que no, pero valdría la pena conseguir que la lectura y la circulación de libros fueran parte de lo que consideramos ser humanos. Pero precisamente porque como país no logramos ni responder a lo básico, la pregunta no está demás. Cuando esto escribo soy consciente de esto: en las cárceles norteamericanas que vemos en las películas casi siempre aparece el tipo del carrito que va llevando los libros a las celdas; en las prisiones ecuatorianas el sistema carcelario no puede ni alimentar a los reclusos…

Ecuador, un país sin bibliotecas públicas ni bibliotecas privadas abiertas; Ecuador, un país sin bibliotecas en

su sistema escolar; Ecuador, un país en el que el precio del libro es muy caro comparado con los ingresos medios; Ecuador, un país en el que no se ve a la gente leyendo. No solo por esto, pero también por esto: nuestra democracia es débil, nuestros votantes, aunque casi todos sepan leer y escribir, parecen no tener criterios ni principios razonados a la hora de acercarse a las urnas. Aquí no tiene ningún sentido lo que dijo Albert Einstein: “Lo único que de verdad debes saber es la dirección de la biblioteca”. (O)