A raíz de los resultados electorales del pasado domingo, empezaron a circular en las redes sociales varias frases y menciones en alusión a la nueva realidad política del país; en esa línea, hubo una referencia a una supuesta respuesta del general Juan Domingo Perón cuando se le preguntó: “General, ¿qué piensa hacer usted para volver al gobierno?”, ante lo cual el expresidente argentino habría respondido: “Yo no haré nada, todo lo harán mis enemigos”. Para poner en contexto histórico la figura de Perón, se debe señalar que fue tres veces presidente de Argentina, habiendo sido también el fundador del peronismo, movimiento que desafortunadamente ha podido mantener, hasta la presente, un importante respaldo del pueblo argentino, originando inclusive derivaciones como el kirchnerismo, ejemplo emblemático de ineficiencia y corrupción.

Luego de su derrocamiento, el expresidente Perón estuvo exiliado por el lapso de 17 años (desde 1955 hasta 1972); de regreso en Argentina, Perón se convirtió en presidente por tercera ocasión en octubre de 1973, viéndose obligado a renunciar un año después debido a su precario estado de salud, lo que provocó a su vez el debilitamiento de una sociedad fracturada en múltiples enfrentamientos.

En todo caso y volviendo a la respuesta atribuida a Perón, se podría colegir que su vigencia política por varios lustros fue posible, en gran medida, debido a los desaciertos, omisiones y errores de sus adversarios políticos que permitieron que no solo su imagen política permanezca inalterable, sino que también el pueblo añore sin medida de su despropósito la presencia de su líder máximo, a tal punto que se decía en ocasiones: “Puto y ladrón, te queremos Perón”. Por supuesto, también ayudaba la leyenda de Evita, su difunta esposa e ídolo popular.

Elecciones seccionales de Ecuador 2023

¿Es posible aplicar la frase atribuida a Perón a nuestra realidad política, a tal punto que se puede afirmar que el retorno triunfal del correísmo se debe básicamente a los errores y debilidades de sus adversarios? Ciertamente, las realidades y los momentos políticos tienen diversas interpretaciones y sería un simplismo interpretar el resurgimiento del correísmo como una básica consecuencia de todos los desaciertos de sus enemigos, y en especial de las gestiones presidenciales a cargo de Lenín Moreno y de Guillermo Lasso, quienes, por decirlo así, tenían la misión de lograr cambios sociales y económicos que impidan que ni en las mentes más febriles se considere que “estábamos mejor”, eslogan que para sorpresa de muchos cuajó con gran fuerza en el imaginario ciudadano.

Si a esto se suma la figura mesiánica que forjó durante años Rafael Correa (presidente desde 2007 hasta 2017) con todo su carácter ritual en el poder, estableciendo vínculos que le permitían mantener un importante voto duro en cualquier jornada electoral, era elemental intuir que para desarmar esa vigencia se requería un gran talento político y un despliegue efectivo en políticas claras de inversión social, seguridad pública y prestación de servicios, que a su vez diluyan el recuerdo del exlíder, convirtiéndolo en tenue y frágil memoria. Nada de eso ocurrió. (O)