Apenas comenzamos a levantar la cabeza, se empieza a respirar cierto aire de expectativa positiva y ya quieren unos pocos dirigentes devolvernos a la incertidumbre. ¿Cuál es la propuesta económica de la Conaie y su dirigencia que podría justificar, si cabe término alguno, una paralización del país?

En primer lugar, no se conoce si hay tal propuesta y si existe tampoco ha sido bien comunicada y, en segundo lugar, el país no resistiría más crisis. Por cierto, nadie desconoce los derechos que tiene cualquier persona para asociarse, expresarse, participar y hasta resistir, pero ello no significa que perdamos de vista el contexto: casi ningún recurso económico en las arcas del Estado, un escenario de descrédito en los liderazgos políticos y pese a ello un conjunto de medidas gubernamentales acertadas para contener la pandemia. Entonces, la invitación a la protesta de cualquier sector sin una lectura sensible es tendenciosa.

No olvidemos que Ecuador atraviesa la mayor crisis económica desde el retorno a la democracia, además vive una fragmentación política inaudita y corrupción en sus máximas expresiones. La recomposición del sistema político y la convalecencia económica no solo es lenta, sino altamente costosa y de una voluntad infinita para toda la ciudadanía. ¿En este escenario es adecuado un ciclo de protestas sin que hay de por medio un proceso de diálogo entre las partes? Pero, además, cuáles son las partes en conflicto, acaso la Conaie y el Gobierno. ¿Dónde quedamos los millones de ecuatorianos y ecuatorianas que queremos resolver las dificultades desde otras perspectivas y modalidades sin llegar a los extremos?

Es indudable que un escenario de crisis multidimensional ubica a todas las necesidades en calidad de urgentes, sin embargo, entre todas ellas, la primera prioridad es respirar y eso significa estabilidad para tomar las decisiones más adecuadas con los menores costos. Entonces, si el propósito es la estabilidad, esto no se consigue con amenazas, advertencias, paralizaciones.

En este mismo contexto, hay que distinguir lo ideal de lo posible, y lo urgente de lo factible. Todos queremos vivir en el paraíso, pero los antecedentes y la situación actual nos dice qué podemos y hasta dónde avanzar. Apenas estamos sacando al enfermo de la Unidad de Cuidados Intensivos (UCI), entonces no metamos una bomba a la casa de salud donde es atendido.

En la lógica del encuentro y el diálogo auténtico, lo ideal aterriza en una dinámica de acuerdos posibles, en la que todos renunciamos a una parcela de nuestra zona de comodidad y ventaja. Lo contrario es seguir haciendo lo mismo para que nada cambie: paro y amenazas a cambio de recursos en el Estado.

Es el momento de arrimar el hombro: pueblos, nacionalidades, empresarios, sociedad civil, academia, políticos, dirigentes de diversos sectores, gremios y colectivos. Cada cual puede hacer un extraordinario aporte para que el paciente no solo salga de la UCI, sino que recupere ese espacio de restablecimiento total en un clima que le dé mayor confianza, certeza y ánimo junto con sus conciudadanos. (O)