Si el pueblo habla en las urnas, no hay mejor posibilidad para saber qué piensa a través de una consulta popular, en la que se pueden combinar preguntas de plebiscito y referendo. Por esa razón, el presidente debe usar este mecanismo de democracia directa no solo para tener un termómetro de la democracia, sino, sobre todo, para atreverse en lo que más pueda y zanjar varios problemas de raíz, tanto históricos como coyunturales. Si no hay atrevimiento, la consulta no cobra sentido. Indudablemente, la victoria dependerá de muchas variables, sin embargo, al día de hoy la mayoría de la población demanda firmeza para extirpar el cáncer que impide un buen funcionamiento de las instituciones, la inseguridad, el desempleo, la corrupción y su colofón la impunidad.

¿Qué une a un país?

Para nadie es ajeno que el Consejo de Participación Ciudadana y Control Social (CPCCS) fue una innovación institucional traída de los cabellos en momentos de pirotecnia ideológica, sin embargo, ahora nadie se hace cargo. Sus creadores siguen defendiendo la Constitución de Montecristi que tanto deterioro ha generado al Estado en su conjunto. Las evidencias nos demuestran que han integrado este Consejo personajes nefastos, quienes nombraron autoridades en los organismos de control que ahora permanecen prófugos como el excontralor Carlos Pólit. Por tanto, la consulta popular debe aprovecharse para reducirle a la máxima expresión el CPCCS.

En este mismo orden de ideas, la poca institucionalidad que vivimos no solo es provocada por su diseño y el conjunto de normas que nos cobijan, sino por las personas que están liderando las funciones del Estado. Esto nos exige realizar profundas transformaciones al Código de la Democracia, pues al no existir partidos políticos, quienes arriban a las instituciones como autoridades demuestran improvisación, ignorancia y negligencia, con excepciones.

En la actualidad, los movimientos y partidos que llegan al poder carecen de cuadros formados para manejar el Estado. Las últimas elecciones nos demostraron que fuimos a votar por siete binomios que no pertenecían a las organizaciones que los patrocinaban. La democracia hacia delante no puede funcionar sin partidos o para este caso con los malos remedos de partidos que tenemos. Ahí se debe dar un golpe de efecto e impedir el alquiler de las organizaciones políticas o el pulular de candidatos sin partidos.

Inequidad y violencia

Por lo general, las consultas populares son un parteaguas, es decir, marcan un antes y un después en la vida de los Estados e, indudablemente, en el desempeño de los gobiernos que las proponen. En ese sentido, no se pueden desaprovechar y mucho menos en un tiempo de gobierno tan corto como el que vivimos. Los temas para esta consulta deberían ser radicales acerca de la educación, la seguridad social, la salud, el manejo de los recursos mineros, entre los más sobresalientes, sin que ello deje por fuera la inseguridad y el desempleo.

Si se cumple la máxima de que el resultado de la consulta depende de la aceptación del proponente, entonces el presidente debería aprovechar su buen momento para marcar la cancha y plantearse los cambios que el país demanda, además con la legitimidad que significa ganar en las urnas. (O)