En diciembre pasado, más de 190 países adoptaron el Acuerdo de Kunming-Montreal para proteger la naturaleza en la conferencia de las Naciones Unidas (COP 15) celebrada en Montreal. Al igual que con el acuerdo global sobre pandemias, el Kunming-Montreal depende de la voluntad de las partes, pues no hay forma legal de obligar a los gobiernos a cumplirlo. Entre sus metas, se encuentra la restauración efectiva de al menos 30 % de zonas degradadas en el mundo, “con el fin de mejorar la biodiversidad y las funciones y los servicios de los ecosistemas, la integridad ecológica y la conectividad”.

Según el consenso científico las acciones humanas están logrando que un millón de especies terrestres y marinas se enfrenten a la extinción. Por una parte, las especies se están muriendo por los efectos del calentamiento de la superficie y de los mares, que también conllevan a la degradación ambiental. Por otra, son víctimas de los pesticidas y productos químicos que son nocivos también para nosotros los humanos.

La cobertura arbórea perdida en la provincia del Guayas, en el periodo 2001-2021, equivale aproximadamente a 60.800 veces la cancha del estadio de Barcelona

Proteger la biodiversidad implica, por ejemplo, prevenir la llegada de especies exóticas invasoras que degradan los ambientes terrestres y, especialmente, los acuáticos. Esto es de gran importancia para diferentes sectores, como el pesquero y el turístico, no solo el ambiental, y para diferentes niveles de gobierno, el nacional y el local. La diversidad marítima, de la cual depende la pesca, una fuente esencial de proteína e ingresos en la costa ecuatoriana, debería ser preocupación del Ministerio de Agricultura. El Ministerio de Turismo debería estar igualmente a la vanguardia de la biodiversidad si quiere preservar lugares como Galápagos, desde donde se exportan especies sin ningún control a vista y paciencia de todos, y cuyo hábitat se ve progresivamente afectado por las acciones humanas.

Por fuera de acuerdos internacionales que los estados firman para quedar bien, y poco más, existen en el país personas excepcionales como Omar Tello, quien por más de 40 laboriosos años se dedicó a restaurar siete hectáreas de terreno en Puyo, provincia de Pastaza. Con el tiempo ha logrado algo originalmente impensable: poblarlas con más de dos mil especies de árboles y plantas medicinales. Casi completamente solo, con el apoyo de su familia y de voluntarios, Tello ha hecho más por la biodiversidad en el país que los gobiernos que tanto dependen de ella sin actuar al respecto.

Hay 545 hectáreas afectadas por la minería en el Bosque Protector Cuenca Alta del río Nangaritza

Entre los miles de insectos de este bosque modelo, se han identificado más de 400 tipos de arañas, que conviven con aves, monos y bellísimas orquídeas en diferentes ciclos de vida. Después de las breves horas en que uno se sumerge en la visita guiada al lugar, sorprenden al salir los ruidos cercanos del área urbana de Puyo, donde en una selva de cemento se educan y trabajan sus habitantes. En esta pequeña muralla verde, Tello sembró la esperanza de un futuro que todavía puede ser biodiverso, con la visión de que las necesidades más apremiantes del país incluyen la protección de su naturaleza. Si no es por nosotros, espero que este y los siguientes gobiernos actúen al menos por aparentar que cumplen con el Acuerdo de Kunming-Montreal. (O)