Han pasado algunos días desde que el presidente Guillermo Lasso decretó la llamada muerte cruzada. Me parece prudente aprovechar este espacio para invitarlos a reflexionar sobre la figura en sí, dejando de lado, por un instante, nuestros apegos políticos.

El artículo 148 de la Constitución de la República del Ecuador habilita al presidente a decretar la disolución de la Asamblea Nacional habiéndose cumplido una o más causales habilitantes. Con una Asamblea disuelta, el presidente podrá emitir decretos en materia de urgencia económica que requieren el dictamen favorable de la Corte Constitucional. Mientras tanto, el servicio electoral convocará a elecciones presidenciales y parlamentarias. A breves rasgos, eso es la muerte cruzada.

En la comunidad internacional, en los países incuestionablemente democráticos, como Chile, la existencia de esta figura es inconcebible. ¿Cómo, en una república democrática, se permite que la cabeza del Poder Ejecutivo disuelva al órgano más relevante del Poder Legislativo? Esa ha sido la interrogante que llenó de dudas al mundo, logrando incluso que algunos confundan la acción de Lasso con la del expresidente de Perú, Pedro Castillo.

La raíz de esa figura tan extraña yace en el diseño del sistema político de la Constitución de Montecristi, que concentra el poder del Estado en el Ejecutivo. Debido a esto, cualquier presidente en Ecuador podrá desde cooptar el Estado, para hacer lo que le plazca, hasta resetear el país cuando no logre tener el control. La Constitución está creada para el autoritarismo o el caos, lo que no es sorpresivo, pues el mesías que la forjó a su medida solo conoce esa lógica.

Venezuela y Ecuador son los únicos países en Occidente que tienen estructuras estatales con cinco poderes...

Venezuela y Ecuador son los únicos países en Occidente que tienen estructuras estatales con cinco poderes en lugar de tres. La similitud en el diseño del sistema político de ambas naciones las vuelve blanco fácil para lo que ya he mencionado antes.

La muerte cruzada invocada por el presidente Lasso será defendida por sus seguidores y achacada por sus detractores; pero, al final de todo, seguirá ahí, a disposición del próximo presidente. Y seguirá siendo un ejemplo más de lo antirrepublicana y antidemocrática que es la Constitución de Montecristi. Este remezón es un buen momento para no solo enfocarnos en la decisión de un Gobierno, sino para empezar a tener una perspectiva de nuestro Estado. Podría ser esta una oportunidad para cuestionar el problema de origen: un sistema político engendrado constitucionalmente desde y para el autoritarismo. Definitivamente, esta no es la solución absoluta a los problemas de gobernabilidad del país, pero sería un primer gran paso.

Mientras la Constitución de Montecristi sea la Constitución del Ecuador, nuestra democracia se seguirá infectando de líderes totalitarios o será víctima de un permanente relajo. Quiero invitar a quienes reconocen el valor de la democracia y la importancia de los valores republicanos a pensar en lo que pasará con nuestra patria si seguimos bajo el mismo paraguas constitucional que acoge un sistema político que es una muerte anunciada para la gobernabilidad. (O)