Ecuador es parte de los once países que este 23 de agosto suscribieron un comunicado para rechazar el anuncio del Tribunal Supremo de Justicia (TSJ) de Venezuela que el jueves pasado certificó el triunfo de Nicolás Maduro en las elecciones del 28 de julio.

El mismo 22 de agosto la Fuerza Armada Nacional Bolivariana (FANB) no solo anunció su disposición a acatar la decisión del TSJ, sino que ratificó ‘su absoluta lealtad’ a Maduro para que cumpla el nuevo periodo gubernamental 2025-2031.

El presidente en funciones está aferrado al cargo y le es indiferente el reclamo de la comunidad internacional. No se puede esperar menos si se niega a aceptar el mandato ciudadano en las urnas, de acuerdo con las copias de las actas expuestas por la oposición. Incluso, el 31 de julio el Centro Carter –que actuó como veedor de los comicios– emitió un comunicado en el que señala no poder verificar o corroborar la autenticidad de los resultados de la elección presidencial venezolana.

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Los once Gobiernos firmantes del comunicado reciente afirman que solo una auditoría imparcial e independiente de los votos, que evalúe todas las actas, permitirá́ garantizar el respeto a la voluntad soberana y la democracia en Venezuela. Hay que preguntarse cuán efectivos pueden resultar comunicados y exhortos a un gobernante que responde con improperios y que antes de los resultados advirtió con ‘un baño de sangre’ de darse una decisión adversa a su postulación.

El Ministerio Público acaba de anunciar que citará al opositor Edmundo González, a quien se acusa de fraude, por la publicación de una página web en la que constan copias de actas de escrutinios que demuestran la derrota de Maduro.

Que un mandatario tenga todas las instituciones a su servicio no es saludable. Los venezolanos han dicho que no descansarán hasta que el chavismo se haga a un lado. Con todo el contexto descrito, la comunidad internacional tiene la obligación de seguir exigiendo respeto a la democracia, de no tolerar la violación de la voluntad popular de ningún pueblo. (O)