El adjetivo «occiso» surgió del latín occīsus, participio pasado de occidĕre, que significa ‘matar’. Ingresó al diccionario académico en 1737 con la acepción de ‘muerto violentamente’, especificidad que consta en la edición actual. En su familia léxica está el nombre «occisión», cuyo sentido es ‘muerte violenta’.

Forma parte de la locución verbal «tañer de occisa», que se usa en el ámbito de la cinegética (arte de la caza) para comunicar por medio de una bocina que la res que se perseguía ya está muerta.

Antes de emplear la palabra «occiso» hay que meditar en su significado, pues no todos los muertos se pueden encasillar en el grupo de los occisos. Por ejemplo, un hombre que fallece en un accidente automovilístico o en cruce de balas es un occiso, asimismo es un muerto, difunto o decesado. Pero no se debe etiquetar como occiso a alguien que muere de causas naturales, como un paro cardiaco, aunque este uso se está generalizando en algunos países iberoamericanos.

El vocablo «occiso» comparte matices con interfecto (persona que muere de forma violenta); también, con asesinado (muerte con alevosía, premeditación o víctima de una acción delictiva) y otros términos de similar denotación.

Por lo tanto, se reitera que no es recomendable denominar occiso a alguien que no tuvo una muerte violenta ni fue víctima de un acto delictivo, como sicariato u otros casos que implican crueldad o ferocidad. (F)

FUENTES:

Diccionario de la lengua española y Nuevo tesoro lexicográfico de la lengua española (versiones electrónicas), de la Real Academia Española.

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