A propósito de la VIII Feria Internacional del Libro, hablaremos de la palabra que reina en este recinto cultural: su majestad el libro; también presentaremos algunos elementos de su estirpe léxica.

Del latín liber (corteza de los árboles con la que se hacía el papel), surgió el vocablo «libro» con el sentido de ‘obra literaria, científica o de otra índole’ que, a su vez, se relaciona con ‘libertad’. Porque la lectura nos permite viajar hacia los puntos más remotos del planeta y del cosmos. Porque la lectura nos da luz, sabiduría, armas para librar batallas elocutivas y nos ayuda a desarrollar competencias para escribir con propiedad.

En su familia léxica están «librero» y «librera», que se emplean para referirse a los que venden libros, pero también son sinónimos de «librería» (mueble). Por lo tanto, dependiendo del país, un librero o una librera asimismo es el mueble que tiene estantes o compartimentos para colocar libros.

El verbo «librar» es otro pariente cercano, que en la primera acepción denota ‘sacar o preservar a alguien de un trabajo, mal o peligro’, como en este ejemplo: La lectura constante nos libra de la ignorancia. Libreril, libresco, libracho, libraco y librejo son otros componentes de esta familia de palabras.

«Libreril» es lo que se refiere al comercio de libros. «Libresco» también alude a los libros; pero asimismo se emplea para hablar de un escritor o autor que se inspira principalmente en la lectura de libros y no en la realidad que lo circunda. Los despectivos «libracho», «libraco» y «librejo» se usan de manera indistinta con el sentido de ‘libro despreciable’. Recurramos, entonces, a libros excelsos o magnos. Tengamos presente que la lectura de buenos libros nos da libertad… (F)

FUENTES:

Diccionario de la lengua española (versión electrónica), Diccionario panhispánico de dudas (2005), de la Real Academia Española y la Asociación de Academias de la Lengua Española.