El experto en comunicación y publicista Horario Chavarría analizaba la semana anterior un tema que en Ecuador poco se conoce, las denominaciones de origen (D. O.).
Es un signo distintivo en un producto, por lo general impreso en una etiqueta, otorgado por la institución que lo regula, avalando que dicho producto ha sido elaborado en una región específica, bajo técnicas y condiciones preestablecidas.
Por ejemplo, para que un whisky pueda llamarse scotch, debe ser producido en Escocia, madurado en barrica de roble como mínimo por tres años, tener al menos una graduación alcohólica de 40 %, usando solamente agua, cereales y levadura. Y si la etiqueta declara años, debe considerarse la gota más joven puesta en la botella, entre otras características. Una desviación de dichas normas y la botella perderá el derecho de marcarse como scotch whisky.
La denominación de origen comienza a ser un instrumento utilizado en el mundo de manera comercial hace 200 años y surge de la necesidad de proteger técnicas o saberes únicos, muchas veces ancestrales, usados en la elaboración de un producto de una región que anteriormente ya había adquirido fama.
El tequila, aunque se fabrique en otro país de forma idéntica y con los mismos insumos, solo puede llamarse así si es producido en Jalisco, Michoacán, Nayarit, Guanajuato o Tamaulipas, 100 % de agave azul. Hay cientos de ejemplos, el champagne, los vinos bordeaux, quesos manchegos o rockefort, entre otros.
Podríamos así decir que la denominación de origen marca la identidad cultural de una región a través de sus productos, y es mucho más importante que una marca país porque tiene un fondo histórico y técnico cuya reputación lo precede, y no solo una bonita historia bien mercadeada.
Francia tiene cerca de 400 denominaciones de origen registradas, Italia el doble y España más de 300. Actualmente Ecuador, un país megadiverso, tiene cinco denominaciones de origen protegidas: cacao Arriba, sombrero de Montecristi, café de Galápagos, maní de Transkutukú y pitahaya amazónica de Palora.
El banano ecuatoriano ha sido reputado en el mundo por su dulzura y su larga vida en percha. ¿Qué tal si este producto o el famoso sombrero de Montecristi, hoy conocido en el mundo como Panama Hat, hubieran estado protegidos por una denominación de origen desde sus inicios? ¿Hubiera el primero podido haberse diferenciado, evitando su ‘comoditización’ (proceso en que un producto antes único pasa a ser estandarizado o visto como una mera mercancía) o haber no perdido su identidad el segundo?
Cacao Arriba Ecuador lo ha logrado. Para ello es clave el trabajo coordinado entre Estado y empresa privada.
El Registro de Denominaciones de Origen es la estrategia lógica para un país como Ecuador, para la construcción de marcas fuertes que sean capaces de enfrentar mejor la competencia global. (O)