Cuyna es una novedosa idea, por lo menos en el mundo de la gastronomía.
Este es un proyecto que surge durante la pandemia impulsado por un insigth de mercado: el fabuloso crecimiento que el delivery estaba viviendo, y mirando el futuro, no solo la necesidad posterior que los restaurantes tendrían, una vez se retorne a la normalidad, de satisfacer inmediatez y comodidad por medio de la eficiencia ganada externalizando el servicio de delivery, sino generando una innovación, una vieja práctica en otras industrias, inusual en la gastronómica.
Así, Cuyna se define como un operador de hostelería multimarca nativo digital, quien ha cerrado acuerdos con docenas de marcas en toda España, las cuales le confían sus menús, recetas, procesos y procedimientos, incluso hasta proveedores, para que estos cocinen y entreguen a cuenta de ellos sus creaciones en diversos puntos geográficos, inaccesibles al restaurante.
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En resumen, los restaurantes le entregan a este operador la mayoría de sus secretos, los diferenciadores que logran crear una marca, para que esta empresa, con cocinas en todo el país, replique y entregue sus platos.
Imagine el lector quiteño que pueda llamar y ordenar a domicilio en su ciudad, platos de restaurantes de la calidad de Mikka o Zeru, o el lector de Guayaquil, que pueda hacer lo mismo con restaurantes como Ciré, Numm o Quitu, de Quito.
Su representante dice que esto se logra, “con una capa tecnológica que va al corazón de la operación, con todo el sistema con el que operan las cocinas, que contempla desarrollos específicos para cada uno de los puntos de la operación, garantizando una ejecución y calidad perfectas, siguiendo los estándares de cada marca”. Esta empresa contará en los siguientes meses con 23 cocinas en distintos puntos geográficos.
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Muchas corporaciones con marcas de prestigio mundial en la industria del hardware, automotriz, textil, entre otras, incursionaron ya en este modelo de negocios. Muchas de ellas incluso redujeron sus operaciones de fabricación al mínimo, concentrándose en la investigación, innovación y diseño, dejando la producción en terceras manos especializadas, logrando mayores economías de escala.
En gastronomía hay sitios que ofrecen comida, mientras otros ofrecen experiencias. ¿Podrá esta nueva tendencia suplir los dos?
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Esto me recuerda uno de los últimos ensayos de Vargas Llosa, La civilización del espectáculo, la cual discursa sobre el embate que la cultura sufre ante la desesperación por el entretenimiento. El Código Da Vinci es más importante que el Salvator Mundi y todos los códices originales del Maestro.
¿Cuyna será el siguiente paso para tener cocinas famosas mundialmente, disponibles en nuestra casa al click de una app? Algo impensable para los puristas o los buscadores de experiencias, podría ser el nuevo mundo de las generaciones jóvenes. (O)