Frase que hemos escuchado desde nuestra niñez, cuya connotación intuimos, aunque no podamos dar una explicación clara y precisa de su significado. Su definición no la encontraremos en ningún texto formal, pero sabemos lo que quiere decir. Entendemos que se refiere a alguien cuyo pensamiento o acciones están arraigadas en arcaicos dogmas, creencias, supersticiones o procesos mentales dignos de mentes de pocas luces, quizá producto del miedo a lo desconocido, al futuro o a experimentar fuera de la seguridad de lo establecido, así esto impida o retrase la prosperidad y el desarrollo.

Creo que hay pocas frases que definen mejor a muchas de las instituciones públicas que están atrás de la industria que nos atañe, la gastronomía y restauración. Hay muchos ejemplos. Los registros sanitarios es un clásico. En lugar de que la institución responsable tenga acuerdos de homologación automáticos con los países del primer mundo, o por lo menos con los pocos de donde provenga el 80 % de nuestras importaciones, exige que cualquier producto nuevo que se importe pase por un proceso que puede tomar seis meses, recopilando la información exigida, y al menos $ 1.500 de costo. Asumamos que usted desea abrir un restaurante de comida vietnamita y que requiere 10 ingredientes que no existen en el mercado, salsas, pastas, etc. Si comienza hoy, y tiene a personas muy pacientes y diligentes en Hanói trabajando para enviar la información exigida, quizá obtenga los registros sanitarios que le permitirían importar los insumos, en septiembre, luego de haber pagado al Estado $ 9.000 y gastado otros $ 6.000 en trámites y firmas. ¿Pondría usted el restaurante vietnamita?

Hace poco un importador de alimentos intentó traer 12 productos nuevos como muestra sin valor comercial, que pesaban 12 kilos, dentro de su contenedor de 40.000 libras de alimentos. Dentro de otra decena de requisitos, la autoridad solicitaba un estudio de mercado que justifique tal necesidad. Ecuador sigue cobrando por el licor importado impuestos totales que equivalen al 70 % de su costo, dependiendo del grado alcohólico, y seguimos teniendo un régimen laboral para la industria de la gastronomía y el turismo, atrasa pueblo.

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Una empresa israelita acaba de anunciar la producción de la primera miel del mundo totalmente sintética, creada 100 % en laboratorio, sin la intervención de una sola abeja. Otra, experimentando con carne generada en laboratorio, ha anunciado que logró reducir su costo de producción en 400 %, estando lista quizá en un año para salir al mercado de forma competitiva, pudiendo ser un arma efectivísima para la reducción de la hambruna en países pobres.

¿Creería el lector posible estos avances en Ecuador? ¿Podrían estas empresas con los atrasa pueblo? (O)