El grito de “¡Viva Guayaquil!” tiene un significado especial para don Paco. Desde hace 77 años, esta frase lo llena de júbilo cada mes de julio, ya que, al mismo tiempo que festeja a la ciudad que lo vio crecer, engrandece su orgullo por llevar como apellido el nombre de la urbe.

Don Paco dice ser tocayo de la ciudad. Por ello, cuando llegan las fiestas julianas, saca sus mejores camisas para lucir, más aún si estas son celestes, blancas o mezclan los dos colores como la bandera.

No deja el pañuelo y el peine, que coloca en su bolsillo, así como los zapatos bien lustrados.

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Francisco Hernán Guayaquil Mena es uno de los 106 guayaquileños que están registrados en la urbe porteña con ese nombre o apellido: Guayaquil.

En enero de 1946 nació don Paco, como lo llama su familia y amigos. Él es uno de los seis hijos de Gregorio Guayaquil Sánchez. Gregorio estuvo casado con Carmelina Mena Paredes; ambos llegaron desde la Sierra al Puerto Principal para dedicarse al comercio.

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De la descendencia de don Gregorio quedan tres hijos: Inés, Paco y Eva. Mariana, Emma y Aníbal fallecieron hace un par de años.

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Gregorio Guayaquil era de Alaquez (Cotopaxi), y Carmelina Mena, de Píllaro (Tungurahua). Por ello, gran parte de la familia de Paco Guayaquil está en diferentes ciudades de la Sierra norte; asimismo, en Babahoyo, provincia de Los Ríos.

Paco, en cambio, es tan guayaquileño de nacimiento. Sus primeros siete años de vida los pasó en el barrio El Conchero, sur de Guayaquil; su casa quedaba en las calles Villamil y Mejía. Luego, la mayor parte de adolescencia y adultez vivió en una casa en avenida del Ejército y Capitán Nájera.

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Paco Guayaquil junto a su nieto José Carlos Jiménez Guayaquil. Foto: El Universo

De su infancia y adolescencia tiene los mejores recuerdos. Los partidos de fútbol en el barrio, que en ese tiempo tenía el piso de piedra, y el grito de “¡Viva Guayaquil!” cada que marcaba un gol.

Los compañeros de aula en la escuela Vicente Rocafuerte y en el colegio Francisco de Orellana le empezaron a decir “Guayaquil” en lugar de Francisco o Paco. “Muchos pensaban que era mi apodo o mi dirección, hasta cuando veían que ese era mi apellido”, recuerda.

Eso nunca lo incomodó; es más, hasta ahora, esa confusión lo llena de satisfacción, ya que el Puerto Principal ha sido la ciudad que le abrió las puertas y oportunidades a sus padres cuando recién llegaron. Su padres tenían un local en el centro, en donde comercializaban sombreros, y este negocio les permitió sustentar a la familia.

En el caso de Paco Guayaquil, él se dedicó a la rama comercial. Cursó estudios de ingeniería y por varios años vivió de su profesión. En esos años se comprometió con Antonia Cedeño y tuvo a Wendy y Paola.

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A Guayaquil yo la quiero mucho hasta mi muerte”.

Paco Guayaquil, 77 años.

En los últimos años pasó a vivir con una de sus dos hijas; antes de ello, salió del país por un par de años. “Volví porque Guayaquil es mi ciudad, es mi amor”, dice el guayaquileño de 77 años.

Una anécdota que no se cansa de contar es cuando en una reunión coincidió con otras dos personas que tenían por apellido los nombres de ciudades.

“Me encontré (con que) estábamos reunidos una persona con apellido Quito; otra, Cuenca; y yo, Guayaquil. Yo al inicio dije, cuando nos dimos la mano: ‘¿Qué?, ¿me estás vacilando?’, pero era una coincidencia de la vida que me hizo reír”, relata don Paco.

El festejo juliano para don Paco, como es conocido, es como un cumpleaños adicional.

De hecho, él considera que tiene tres cumpleaños en el año: en enero, cuando festeja su nacimiento; en julio, cuando festeja a la ciudad por su fundación; y en octubre, por la independencia.

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“Mis amigos me dicen en estos meses (julio y octubre): ‘Ve, tu cumpleaños’. Y yo digo: ‘Sí', porque a Guayaquil yo la quiero mucho hasta mi muerte”.

Uno de los temores de la familia Guayaquil es que se pierda la descendencia Guayaquil y, por ende, el apellido. En el caso de Paco, tuvo dos hijas y ahora sus nietos solo llevan el segundo apellido.

Sus hermanos sí tuvieron hijos varones, lo que le da la esperanza de que la familia mantenga su identidad marcada por el apellido, al menos por un par de generaciones.

José Carlos Jiménez Guayaquil tiene 22 años y es nieto de don Paco. Con orgullo, todos los días, pronuncia su nombre completo y trata de que la gente que lo conozca sepa que lleva el apellido de su abuelo.

“Siempre me he llevado bien con las personas y he tratado de que siempre sepan que llevo el nombre de mi ciudad, que soy un tocayo de mi ciudad”, dice. (I)