El optimismo es una actitud mental y anímica necesaria para casi todas las circunstancias de la vida, pero si esta no va acompañada de una dosis adecuada de realismo, puede ser causa de frustraciones y angustias.

Creo que el nuevo año podría tener una carga sobredimensionada de esperanza, como si con el cambio de calendario vinieran todas las soluciones a los problemas. Es natural y humano poner los sueños y soluciones en un futuro que aún no se tiene entre manos, que no existe, pero que hecho fantasía, ayuda a seguir, a levantarse, a creer que vale la pena el esfuerzo de vivir el día a día.

Sin embargo, necesitamos hacer un balance entre ese optimismo y la actitud que necesitamos para salir adelante luego de un año extraordinariamente negativo a nivel mundial, con impactos globales y personales tanto en la salud física y psicológica como en lo económico.

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Los expertos en el comportamiento humano, nos enseñan que, a través de la historia, el factor que permite a los seres humanos salir adelante luego de tragedias, traumas o crisis es la resiliencia. No es algo que ya viene dado, sino que es una construcción psíquica que se elabora en el transcurso de la existencia. Hay que activarla y luego enseñar a otros a hacerlo.

Resiliencia se confunde a veces con resistir, pero es más bien todo lo contrario. Si se resiste sin evolucionar, se queda uno petrificado. Cuando activas la resiliencia, modificas la forma de ver el dolor, te permite dar un valor positivo y proactivo a la forma de leer a las personas y la realidad, ya sea pasada y dolorosa o presente y difícil. Y luego, esta distinta mirada lleva a cambiar antiguos hábitos por nuevas prácticas concretas y mejores, a utilizar los recursos propios o de aquellos quienes nos han sido confiados.

La resiliencia es también creer en la esperanza, creer en el otro, en la posibilidad de transformar la calidad de vida a pesar de las circunstancias. Y cuando eres capaz de narrar esa nueva forma de ser y actuar es cuando sabes que has asumido esa resiliencia, cuando puedes hacerla palabra.

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Todo continuará trastocado algunos años más hasta que podamos recuperarnos psicológica, social y económicamente luego de esta pandemia del COVID-19. Y sin embargo, lo único que puede sostenernos con una actitud que no socave nuestra salud mental y boicotee nuestra felicidad es activar esa resiliencia que nos permita relativizar el sufrimiento y transformar nuestra calidad de vida. No se me ocurre mejor momento para hacerlo que al inicio de este 2021. (O)