Pocas palabras evocan tantas imágenes, emociones y reacciones como autoridad. Todos los días la ejercemos, la obedecemos, la promovemos, y no imaginamos un sistema sin ella, ¡pero qué difícil llegar a un consenso cuando se trata de definirla! Sin embargo, en algo podemos estar seguros: un líder siempre tiene autoridad, pero una autoridad no siempre es un líder.

La RAE define la autoridad como “poder que gobierna o ejerce el mando, de hecho, o de derecho. Prestigio que se reconoce a una persona (…) por su calidad y competencia en alguna materia”. Esta definición ayudará a enfocarme en los dos tipos de autoridad que son de mi interés: la que se adquiere y la que se gana.

La primera está vinculada a un puesto o posición, por ejemplo, la autoridad de un presidente, de un gerente general o de un agente de tránsito. Esta se sostiene sobre la estructura jerárquica de un sistema que la necesita para su correcto funcionamiento. A la persona que posee este tipo de autoridad se le conoce como jefe.

Si este jefe evoluciona al segundo tipo de autoridad –la que se gana– podría comprender las necesidades del equipo de trabajo, haría lo necesario para responderlas, y además lograría el compromiso de ser fiel a sus propósitos. La persona que ha desarrollado este tipo de autoridad tiene capacidad de influir sobre su equipo y se la conoce como un líder.

Hasta aquí el tema no es mayormente complejo. ¿Pero qué pasaría si a este líder se le añade un toque de ternura en la receta? En observaciones de campo se ha identificado que la ternura hace que se adquiera una paciencia inmensa, se abra al aprendizaje, incremente sus ganas de enseñar, fortalezca sus habilidades lúdicas, eleve su capacidad para conseguir el bienestar de su núcleo de personas más cercano, y pueda procesar una complejidad de variables para tomar decisiones. Ese toque de ternura, mis queridos amigos, genera lo que conocemos como un papá.

Hoy, en el Día del Padre, quisiera felicitar y agradecer a todos los papás que, aun con dificultades, fragilidades, errores y caídas, impulsan la búsqueda del bienestar de sus familias, y, por ende, de la sociedad. Que Dios nos otorgue la templanza, la alegría y sobre todo la sabiduría para seguir transmitiendo su amor y sus enseñanzas a las futuras generaciones. ¡Feliz Día del Padre! (O)