El niño típico, a través de un largo proceso de evolución y aprendizaje, gradualmente alcanzará la oportunidad de ser social y personalmente autónomo, de valerse por sí mismo, de ser productivo, eficiente, capaz de esforzarse para tener éxito en la vida, en el hogar, en el trabajo. De ser totalmente dependiente de sus cuidadores se convertirá en una persona autodirigida en su funcionamiento. En otras palabras, madurará.